Buenas buenas. Vengo por fin con una reseña. Sé que lo estabais esperando como agua de mayo. Y sí, este año he escrito muy pocas. Vaya, he escrito tan solo dos sin contar esta. Es que he leído muy poco. De hecho creo que es el año en que menos he leído. Cosas que pasan.
Este año leí la antología benéfica Legado, en la que participé en el 2021, y escribí la correspondiente reseña. También Relatos, falsos poemas, cosas, de Juan Francisco Marín, y hay reseña. Leí Man’s search for meaning, de Viktor E. Frankl, un libro muy recomendable, sobre supervivencia en condiciones deshumanizantes (campos de concentración nazis), pero difícil de reseñar. Empecé Stories of your life and others, de Ted Chiang, porque la película La llegada me encantó y también la reseña de Eduardo sobre el relato en que se basa (La historia de tu vida), y el libro me estaba gustando (los relatos que lo componen son realmente buenos), pero se me atragantó Seventy-two letters y lo dejé abandonado hasta otro momento en que esté más receptiva. Leí Las puertas de la percepción y empecé Cielo e infierno, ambos de Aldous Huxley, como parte de un proceso de documentación para mi nueva novela, pero Cielo e infierno se me atragantó también; es un coñazo, las cosas como son. Lo mismo me pasó con The rag and bone shop: How we make memories and memories make us, de Veronica O’Keane; otro libro para documentarme pero no la mejor lectura cuando duermes cuatro horas al día. Empecé Oblomov, de Ivan Gonchorov, una auténtica maravilla, pero un clásico ruso tampoco es adecuado cuando vas falto de sueño. He estado leyendo a los pocos Anthology of love, de Lang Leav, y el Tao te ching, de Lao Tzu. Y ya. Y he conseguido terminar (aún no me lo creo) Project Hail Mary, y este es el libro que vengo a reseñar. Porque verdaderamente no tengo otro.
Nota: Project Hail Mary (PHM) es una novela publicada en 2021. Esto quiere decir que ya hay reseñas disponibles en la red desde hace tiempo. Pero esta es sin duda la mejor. Lo aclaro por si tenías dudas.
Como la mayoría de los libros que leo, PHM me lo recomendaron. No porque sea una gran novela, sino por un detalle curioso que contiene (y que no voy a desvelar) en relación a gente que comparte un horario de sueño diferente. Me apetecía leerlo como que me arrancaran las muelas. Porque es un best-seller y habitualmente huyo de este tipo de obras como de la peste. Los best-sellers actuales me parecen libros tramposos en general, de diseño, que cuentan con todos esos ingredientes que atraen a los lectores y les hacen pasar un buen rato. Nada más. Como la fast-food o, mejor dicho, comida basura. Una hamburguesa con patatas fritas, con todos los aditivos necesarios para que guste. Pero nunca memorable. Los best-seller por norma general no te hacen pensar, no dejan poso. No aportan más que entretenimiento. Y yo para entretenerme veo una película, o en su defecto una serie. Pero leer un libro es una actividad que requiere más dedicación, más tiempo, más esfuerzo, más cariño… Además es muy posible que, después de haber adquirido (habitualmente en papel) un determinado libro, pase conmigo el resto de mi existencia: si me mudo, lo llevaré conmigo. Así que si lo compro y lo leo no es para que me entretenga solo. Espero más, mucho más. Sí, soy una de esas personas odiosas que opinan que la Literatura debe alimentar el alma, no solo distraerla. Nadie es perfecto. Pero bueno, a lo que iba: por no decir que no, y por curiosidad también, me lo compré y lo leí.
PHM está escrito por Andy Weir, el mismo autor de El marciano. Una novela que no he leído, pero sí vi la adaptación cinematográfica y por esto mismo también no quería leer PHM pese a ser de mi género favorito: ciencia-ficción. Porque El marciano, la película al menos, aunque me entretuvo, no me gustó mucho. Me pareció tramposa. La historia en general. Sí había leído del mismo autor el relato breve The egg (que tienes disponible aquí en castellano), que está muy bien y tal hasta que le das una segunda lectura. Y de nuevo: tramposo.
Pero bueno, me dejo de rollos y voy con la novela. Ojo que hay spoilers.
PHM es la historia de una misión suicida en la que un profesor de ciencias de secundaria, Ryland Grace, tiene que salvar la Tierra (y a la humanidad) de unas especies de bacterias que viajan por el espacio casi a la velocidad de la luz y que, literalmente, se están comiendo el Sol (y otras estrellas cercanas); muy acertadamente estos organismos son denominados astrofagos. Para ello Grace será enviado en una nave espacial al sistema Tau Ceti, que al parecer es resistente a la infección, donde ha de recabar información sobre el fenómeno de resistencia y enviarla a la Tierra. No lo mandan solo, sino como parte de una tripulación que, muy convenientemente, muere durante el viaje de ida, dejando a Grace solo. De protagonista absoluto. Si esto te lo puedes tragar, que es el mayor pero que le veo a la novela, el argumento, el resto te entrará sin problema alguno. Pero coincidiremos aquí en que esto no es ciencia-ficción de verdad, de la seria, que es de la que roza mucho mucho la fantasía.
A ver. Mi nivel de Física no es suficiente para reprocharle nada al autor; sin duda se ha documentado bien para todos los detalles del viaje interestelar que describe. Pero con la Biología, de lo que sí entiendo algo más, tengo algún problema. Los astrofagos en mi humilde opinión son organismos que no pueden existir. La vida tiene muchos límites. Por ejemplo, en la Tierra tenemos ecosistemas a 400°C, pero no se ha encontrado vida a una temperatura superior a 122°C. El Sol está a 5.500°C. Y esto por mencionar solo uno de los muchos factores limitantes de viajar por el espacio comiéndote estrellas.
Como científico, que toda la misión dependa de un profesor de secundaria, se me hace también difícil de digerir, por muy justificado que esté a lo largo de la novela. Nada en contra de los profesores de secundaria, por supuesto, pero cada uno en nuestro sitio. Supongo que es lo que Weir quería, o su editor: montar una historia con un gancho similar a la de El marciano. En ambas tenemos un protagonista absoluto (el narrador además) que es como el vecino de al lado, un poco antihéroe, alguien con el que fácilmente nos podemos sentir identificados. Pero eso sí, con muchas habilidades, una especie de McGyver todoterreno. Al fin y al cabo, de alguna manera ambas son novelas de supervivencia: el protagonista tiene que estar a la altura. Y luego tenemos también una serie de personajes secundarios que aparecen de vez en cuando, en escenarios secundarios también, y que van dando forma a la trama. Bueno, aquí además tenemos a Rocky, un alienígena eridiano (del sistema 40 Eridani) que hace migas con el protagonista. Pero resulta de un carácter tan humano y tan parecido al de Grace que es casi como si fueran la misma persona. Esta es una de las muchas licencias que se permite Weir. Otra es la manera en la que solventa el problema de comunicación entre Grace y Rocky. Se le aceptan todas porque resultan los dos personajes muy entrañables y su interacción es sin duda uno de los mejores componentes de la novela. El humor es otro. Weir escribe con un estilo desenfadado y divertido que hace que sus historias sean fáciles de leer y amenas. Alguna carcajada que otra me ha arrancado leyendo su novela.
Existe un personaje secundario muy atractivo, aparte del alienígena, que es Eva Stratt, la persona que organiza toda la misión Hail Mary. Una lástima que no tenga más espacio en la novela, porque el lector se queda con ganas de conocerla mejor, la verdad.
Por otro lado, pese a los peros que le pueda poner al argumento, la novela cuenta con algunos detalles que indican que Weir algo de investigación científica sabe. El mejor es que, en uno de los momentos más decisivos de la historia, en un laboratorio confunden dos unidades de medida: un nanogramo con un miligramo. Lo habitual es confundir un nanogramo con un microgramo, por las abreviaturas, que hechas a mano en un tubo pequeño, de laboratorio, son similares, pero me vale el ejemplo de la novela. Sí señores, este error se da. Y bastante a menudo, por cierto. No obstante, por otro lado, la novela tiene un error garrafal que en principio pensé que era un guiño del autor, pero llegando al final me di cuenta de que no era tal: el protagonista intenta una mejora de los depredadores naturales de los astrofagos, las taumoebas, mediante selección genética, sin darse cuenta de que eso precisamente es algo que había hecho muy eficientemente en sus tanques de fuel (esto lo entenderás cuando leas la novela). Este detalle tan importante se le escapó a Weir, parece.
Y el final… Bueno. El final no está mal del todo pero cómo se llega a él es algo chapucero. Y tramposo, de nuevo. Qué peligrosas son las analogías.
En contra, por tanto, un argumento fantástico y un envoltorio de caramelo: la historia está contada con un estilo y unas trampas adecuadas para seducir al lector y mantenerlo enganchado de principio a fin. Es un cuento. Y a favor, por supuesto: entretiene, mucho; la prueba es que he conseguido leerla a pesar del sueño.
Si queréis una novela amena y más o menos bien montada, es decir, una novela para pasar el rato, os la recomiendo.
Para terminar, mencionar que parece que habrá película. Y Ryan Gosling será el protagonista. Creo que Ryan Reynolds estaría mejor en el papel de Grace, tiene más vis cómica en mi humilde opinión, pero… Gosling es también el productor, así que él se lo guisa y él se lo come.