Buenas. Hoy vengo a reseñar la antología benéfica Legado, recién publicada en Amazon. Ya sabéis que yo soy una esnob que solo lee literatura clásica (sobre todo rusa), premios Nobel y ensayos, pero me he rebajado a leer esta antología porque incluye uno de mis relatos. Las circunstancias mandan.
Hola, yo soy Eduardo, amo y señor de este blog, y estoy aquí porque no me fio de Libertad. Voy a comprobar su reseña para ver si lo que dice es cierto. Si existen discrepancias en algún momento entre nuestras opiniones, recuerda: yo tengo razón, y ella no. Porque si uno hace una reseña desde dentro, como ocurre aquí con Libertad, quizá no sea objetivo y diga solo cosas buenas. Esto pasa a menudo. Y en las reseñas hay que ser siempre justo con el lector, que es para quien se escriben y están dirigidas, y nunca para el/los escritor/es.
Hola, Eduardo. Bueno, vale, qué remedio; donde hay capitán no manda marinero. ¡Pero no me interrumpas! ¿Por donde iba…? Ah, sí: ¿Quiere esto decir que vengo a hacer autobombo? No, por Dios, esto nunca. Esto quiere decir que es una antología que merece una reseña pese a que contenga un relato mío. Me explico: después de llevar escribiendo casi diez años y haber enviado relatos a innumerables competiciones, esta es la primera vez en que uno de mis relatos es elegido (en castellano al menos). A estas alturas, en un ataque de soberbia, había hecho mía la expresión “Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”. Porque algo raro deben tener mis relatos que nunca los eligen. A ver, que una es humilde, pero mis relatos no son malos. Suelo leer los relatos ganadores de las competiciones que pierdo y, en mi opinión, a veces, solo a veces, estos son realmente buenos. Muchas otras me pregunto qué les pasó por la cabeza a los miembros del jurado; sabéis lo que quiero decir. Y es que es obvio que en literatura, como en tantos otros ámbitos artísticos, la subjetividad es un aspecto importante.
En esto tienes razón, lo admito. En ocasiones parece que los concursos de relatos tienen más carácter de sorteo que de concurso. Cualquier escritor que haya participado en un cierto número de concursos sabe que en algunos de ellos solo tienen opciones de ganar los que se han presentado en los primeros días de la convocatoria, los que tratan determinados temas o lo que escriben con un tono muy concreto. Más que subjetividad, son costumbres que enmascaran una serie de reglas no escritas que benefician, de forma consciente o inconsciente, a una minoría frente al resto.
En este sentido, mis relatos, lo sé, suelen ir cargados de ironía, sarcasmo y humor negro, algo que no es del gusto de todo el mundo. Incluso mi relato elegido para Legado, que era de esta guisa, obtuvo la “mención de honor”, por ser diferente.
Con todo este rollo lo que quiero decir, sobre todo a escritores noveles, es que no desesperéis si os presentáis una y otra vez a competiciones y no ganáis: a lo mejor es que sois terribles, o más probablemente vuestros relatos tienen un algo especial o diferente, una marca de carácter que no acaba de gustar. Nada que lamentar.
La mayoría de los participantes en una carrera no esperan ganar. Esperan cruzar la meta con más o menos fortuna, mejorar su tiempo y pasarlo bien. Tan solo unos pocos, que van muy bien preparados y entrenan a diario, tienen posibilidades de ganar.
En literatura no sucede esto. No ganan los que más escriben o los mejor preparados. Por eso es tan importante pasarlo bien mientras escribes. Porque, si no es así, hacerlo no tiene sentido.
Por esta razón quiero dar la enhorabuena a todos los elegidos para esta antología, por haber sido elegidos, y a todos los que se han presentado, por haber escrito un relato o un poema con el que espero hayan disfrutado, o con el que hayan aprendido.
Bla-bla-bla… Bueno, venga, entremos en faena: vamos con Legado.
¡Vamos con ello!
La convocatoria, organizada por Elena Nozal Moralejo (Cometa; @escritoscometa) y Teresa Plaza García (Tessa; @TeresaPGarcía), pedía relatos de 300 a 5000 palabras o poemas de un máximo de dos caras de extensión. Todas las historias debían tener presentes a personas mayores (no tenían necesariamente que ser los protagonistas) y contener tres palabras (se aceptaban derivados; en el caso de los poemas, sólo era necesario incluir una): esperanza, recuerdo y deseo. El género era libre. Se recibieron un total de 62 textos y 23 fueron seleccionados. Aparte de estos, Legado incluye ocho textos de autoras invitadas. Entre autoras invitadas y textos seleccionados, la antología contiene un total de 31 obras.
Vamos por partes.
La presentación creo que es inmejorable. Por fuera y por dentro. La ilustradora, Laura María Rodríguez Sanz (@Kylukia), ha hecho sin duda un trabajo notable, lleno de detalles. La maquetación, que ha corrido a cargo de Ana Escudero Portal (@EscuderoPortal), es intachable. Se nota que la gente que ha llevado este proyecto entre manos lo ha hecho con amor y perfeccionismo. Y esto se agradece. Legado entra por los ojos, y aunque en teoría no debe juzgarse un libro por su cubierta, porque lo importante de verdad es el contenido, en el fondo todos lo hacemos un poco. Así que la presentación es un plus.
Doy fe. Visualmente, esta edición es fantástica.
¿Y los textos? La calidad me ha sorprendido gratamente. Como ya comenté, he leído los relatos ganadores de muchos certámenes y, si he de ser sincera, me esperaba cualquier cosa. Pero en general los textos están bastante bien escritos, son buenos, merece la pena leerlos; viniendo de mí, que considero que la vida es demasiado corta para leer mala literatura, esto es un cumplido sin igual.
¡A mí eso no me lo haces nunca!
Ejem… Esto… no nos da la vida para reseñar todos los textos incluidos, ni vosotros queréis leer una reseña así de larga y pesada.
Pues no, eso sería inviable. Lo mejor es que presentemos una muestra compuesta por unos pocos y los reseñemos brevemente. La idea inicial era elegir los que más nos han gustado en base a criterios de originalidad, estilo, mensaje y capacidad de entretener, pero es muy difícil seleccionar unos pocos que destaquen sobre el resto. Todos son grandes relatos (y poemas) en algún sentido, y no podemos destacar unos sobre otros.
¿Y cómo lo hacemos entonces?
¡Saca los dados!
Allá vamos.
“Gruja Güena”, de Ana Escudero Portal.
Se trata de un relato muy bien escrito, esto es lo primero que llama la atención. Nos cuenta una historia con una abuela y su nieta como protagonistas, sencilla y casi cotidiana, pero conducida con perfección. Se palpa esa química especial, esa complicidad, que suele existir en una relación de esta naturaleza. La verdad es que este relato es un dulce.
Es, además, el primero de la antología, el primer relato con el que se encuentra el lector, y esto es un acierto, porque invita a leer más.
“El legado de los elfos”, de Ainhoa Cortón Asenjo.
De nuevo, una historia muy bien escrita. De hecho, si no fuera porque sé que la ha escrito Ainhoa, es un relato que, por el estilo y el contenido, habría jurado que lo has escrito tú, Eduardo. Nos cuenta una historia fantástica con elfos como protagonistas, de final predecible, pero simpática, que deja muy buen sabor de boca.
¡Me ha encantado! ¿Hay guiños a la obra de Tolkien en los nombres de los personajes, o me lo ha parecido a mí? Es un relato precioso que habla del respeto a los mayores, por sabios y por su experiencia, de la necesidad del cambio, y de que nunca es tarde para acometer nuevas aventuras. ¿Hago un spoiler? ¡Venga, hago un spoiler! En este relato, el cambio en la sociedad lo promueve un anciano, no una persona joven. También es un anciano el que dice sentirse aún con ganas de viajar y crear nuevos recuerdos, y no un joven quien le dice que aún puede hacerlo. ¡Son detalles pequeños pero muy importantes! Por todo esto me ha parecido un relato fresco, vital, original y muy interesante.
“Dos inviernos”, de J.M. Zar.
Un relato sobre el drama de la pandemia de la COVID en las residencias de ancianos. Sorprende por el estilo, directo, y por una sensibilidad especial a la hora de plasmar la historia, que es bastante cruda, como se puede fácilmente prever. No se olvida.
Esta historia está bien construida, desarrollada con mucho detalle y respeto, tanto por el lector como por los personajes. El estilo es algo recargado a veces, pero no entorpece la lectura. La referencia literaria a la propia obra del autor queda un poco rara, pero es un guiño publicitario simpático y se perdona. Me ha dejado con ganas de leer una obra larga de este autor, porque tiene pinta de hilar muy bien sus tramas.
“La memoria del corazón”, de Héctor Roda Segarra.
En este relato, Héctor rinde tributo a su abuelo con una historia que nos relata su vida en el campo de Valencia y nos recuerda algo que es fácil olvidar: que existe gente que es maravillosa en cualquier situación, pase lo que pase. Al señor dan ganas de conocerlo, la verdad.
Desde el punto de vista de la historia es un relato algo confuso, porque las vidas de las personas no funcionan como una novela. Lo cual es una pena, pero ese es otro tema. Me ha recordado esa frase de Eugenio D’Ors que dice, más o menos, que cualquier cosa se vuelve interesante si se mira con la suficiente atención. Héctor logra que una vida corriente, en el sentido de común, se vuelva interesante y emotiva, y esto es muy… ¿cómo lo diría? Reconfortante. Como si nos homenajeara a todas las personas al mismo tiempo.
“Hay un extraño en mi bosque”, de Laura Morales Arguijo.
Una historia sobre la demencia senil escrita de una manera muy original. Llega al corazón.
Es que está escrita condenadamente bien. La autora ha elegido una forma preciosa de contar una historia. En realidad es un escenario que contemplar más que una trama por descubrir, pero es un escenario con vida propia, con presencia. Por un momento pensé que estaba leyendo un relato sobre la demencia y no sobre una persona mayor, pero entonces llega el final y la autora encaja las piezas como si el puzle siempre hubiera estado a la vista, que en realidad es así. No sé. Es difícil de describir. Y brillante. Difícil y brillante. De los que te dejan pensando.
“El paraíso en Coralis”, de Dany Monabang.
Un relato de ciencia-ficción en el que destaca la originalidad de la historia. Tiene lugar en el futuro y está protagonizada por una abuela y sus nietos, y un robot humanoide del pasado, de la Tierra. Y hasta aquí puedo contar. Bien escrito también.
Además de que está muy bien escrito, el componente de ciencia-ficción está muy bien introducido. Sin él, la historia no tiene sentido, como debe ocurrir en cualquier buen relato de cifi… Le podría buscar alguna pega, pero los personajes se han ganado mi cariño y mis respetos, así que no lo haré.
“Náufraga de un mar de trigo”, de Marta Inés Rodríguez (autora invitada).
Este es, sin duda, mi texto predilecto de la antología. De estilo costumbrista, está escrito con esa perfección que está al alcance solo de unos pocos elegidos y que, al menos a mí, despierta envidia, la verdad. Es cuando leo a gente que escribe así de bien cuando me ataca el impostor. Luego me acuerdo de cómo escriben algunos de nuestros autores best-seller y se me pasa.
Se trata de una historia sobre el cambio de los tiempos, de no hace tanto, la postguerra, a la actualidad. Muy emotiva. Solo por esta joya merece la pena toda la antología.
Me gusta compartir reseñas por relatos como este. Es una historia sencilla, que no simple, contada con mucho cuidado y un nivel de detalle impresionante. El estilo no es de mi agrado porque me resulta algo recargado, y yo soy más de textos ligeritos. Pero una cosa es que no sea mi estilo y otra que no reconozca un trabajo bien hecho.
“Momentos”, de Pirra Smith.
Es un relato erótico que trata las relaciones sexuales entre gente de edad. La historia está narrada con elegancia y saber hacer, y la historia resulta tierna y emotiva, y arranca al lector una sonrisa de complicidad. O más de una.
Mira que es difícil escribir un buen relato erótico, y Pirra lo hace con una elegancia que me ha sorprendido. Me apetece mucho leer algo más de esta autora, por ver cómo se desenvuelve en otros géneros. Tiene uno de esos estilos que te pueden tener leyendo horas sin cambiar de postura.
“Te daré mis recuerdos”, de Jordi Escoin Homs.
Otro relato de género fantástico. Muy bien escrito y llevado. Tiene varias capas, pero trata, más que nada, sobre la importancia de las historias que no hicieron ni hacen Historia, del día a día del pasado. Destaca la originalidad con que se ha desarrollado esta trama.
Yo de este relato destacaría muchas cosas. La historia es buena, está bien contada, las condiciones para el relato están muy bien introducidas… Y el final. Tiene ese final justo, perfecto, delicado, que explica todo sin una palabra de más, dejando que el lector y el personaje comprendan, descubran al mismo tiempo algo que ha ido fraguando desde el principio. Es fantástico. Perfecto. Este autor sabe construir relatos. No solo escribirlos: también construirlos. Enamoradito me tiene. El relato, digo.
En cuanto a los poemas, me da vergüenza decir nada porque la poesía es un género que me viene grande, que me cuesta leer, entre otras cosas porque a veces el significado de los poemas es tan abstracto que tengo que ir deteniéndome en los versos y esto destroza cualquier magia que el autor perseguía. Mis poemas favoritos son los de Machado, lo que sospecho es clara señal de lo poco que leo este género. Por mi parte solo he escrito un poema en mi vida y ya me han dicho que no es bueno; qué se le va a hacer: no se puede tener todo.
Los dados han elegido dos por nosotros:
“Las arrugas del mandil”, de Francisco Martín Martín.
Se trata de un poema muy emotivo, sobre el recuerdo, que incita fuertemente a la nostalgia, a la niñez en brazos de las abuelas. Es un poema con el que cualquiera puede sentirse identificado.
“Recuerdos de madrugada”, de Jesús Durán Durán.
Este poema retrata, con un estilo que recuerda al de Miguel Hernández, la vida en el campo en tiempos de nuestros abuelos, cuando el campo era campo de verdad y la vida parecía más real.
Yo no sé qué más decir aquí, ¿y tú, Eduardo?
Uf… Las críticas a los poemas son para mi muy complicadas, porque me resultan terriblemente subjetivas, mucho más que las críticas de una obra en prosa. Siempre he pensado que la poesía debe contar algo que no pueda contarse en prosa, y no me refiero a las historias, sino a las emociones. Y ahí es donde la crítica hacia un poema hace aguas. Cualquiera puede estudiar cine o literatura y hacer una crítica de una película o de un libro. Pero ¿un poema? Eso solo puede reseñarlo otro poeta.
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Yo aquí quería incluir una muy breve reseña de otro relato: “Bucle”, de Libertad García-Villada.
Sí, la misma que ha empezado esta reseña. Pero no me deja. Dice que eso sería publicidad, y que esto es una reseña y no procede y bla-bla-bla. Bueno, pues vale. Pero ya te digo yo que te va a llamar mucho la atención cuando lo leas.
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Eduardo dice que una reseña no es buena si solo contiene comentarios positivos. Ninguna obra es perfecta. Desde mi punto de vista, hay dos cosas que reprocharle a Legado.
La primera, algo que, por lo que sé, ocurre en toda antología y competición de relatos: que contiene relatos que no pertenecen a la antología. ¿Qué quiero decir? Que fueron compuestos para otra competición y luego se adaptaron a la presente. Esta práctica no tiene por qué ser una mala. De hecho, de no revisarse y adaptarse los relatos que perdieron en una competición previa para mandarlos a otras, muchos quedarían abandonados en un cajón, y esto sí que es imperdonable. Lo malo es cuando se nota que un relato ha sido adaptado. Esto ocurre cuando las condiciones que el relato debía cumplir para una u otra convocatoria, o para ambas, eran muy estrictas. A mí me produce mucho repelús. En esta antología, se nota en que, en algunos relatos, la persona mayor del relato puede substituirse por una persona no mayor y la historia no cambia. Por supuesto que esto no desmerece en nada dichos relatos, siguen siendo igual de buenos, pero resultan extraños. Ojo, que esto, como he dicho, pasa en todas las convocatorias. A ver gente, que sois escritores, deberíais ser capaces de componer un relato nuevo para cada convocatoria, o al menos hacerlo cuando las bases sean estrictas.
Totalmente de acuerdo. Esto no es intencionado, y muchas veces pasa desapercibido, pero bien sea porque el relato es reciclado, o bien porque el autor no ha integrado del todo las condiciones de la convocatoria en la trama, algunos de ellos quedan un poco en los márgenes del conjunto. ¿Significa que son peores que el resto? ¡Ni mucho menos! Ya hemos dicho que la calidad de la antología es muy alta y la selección se ha hecho a conciencia, de forma que no hay ningún relato del que se pueda decir algo negativo sin más. Solo que dentro de las condiciones de la antología, algunos encajan mejor que otros.
La segunda es que en algunos de los relatos se trata el tema de la muerte. Cuando salió la convocatoria, se indicó que la antología serviría para recoger fondos para una ONG (Grandes Amigos) que se ocupa de la gente mayor; no hacía falta pensar mucho para concluir que, posiblemente, una cantidad respetable de gente mayor leería la antología. Estoy segura de que la gente mayor no quiere leer historias en las que se muere. Todos nos morimos, antes o después, pero la gente mayor hace además, como el resto de los mortales, muchas otras cosas. Esta antología debería haber sido un canto a la vida, y contiene muchos relatos en este sentido, pero también algunos que, si he de ser sincera, resultan, no emotivos, como lo podrían haber sido, sino tristes.
No seré yo quien diga que hay que dejar a la muerte fuera de cualquier experiencia vital y por lo tanto fuera de una obra literaria, eso sería una memez. Una persona anciana tiene la muerte más presente que una persona joven. Y es inevitable que esto quede reflejado en los textos. Pero no es menos cierto que los relatos que más me han gustado tienen un cierto tono de vitalidad muy refrescante, porque se salen de esa inevitabilidad, que es una palabra que no tengo muy claro si existe.
En resumen, Legado es una antología que todo amante de la narrativa breve y de la poesía debe leer. Por tres razones fundamentales: la calidad de sus textos; la variedad de géneros literarios que incluye; y porque sospecho que algunos de sus autores, antes o después, van a dar mucha guerra. Además, es una antología benéfica, es decir, que incluso si, una vez leída, no te convence, aún habrás de sentirte bien por haberla pagado, que todos tenemos o hemos tenido abuelos. No sé a qué estáis esperando para comprarla.
*Nota: si tenéis curiosidad por saber los nombres de todos los autores que participan en la antología, ver los aesthetics de las obras que incluye o leer entrevistas con sus participantes, visitad el blog La tapa del baúl.