Una mañana, hace tiempo, cuando todo el mundo aún llevaba mascarilla en el metro —luego justificaré este comentario; parece que estoy relatando un cuento—, iba leyendo de pie en el vagón, con el vaivén del desplazamiento, un libro en formato papel, y me fijé en los otros pasajeros que también estaban en proceso de lectura… en sus móviles.
No seré yo quien critique el uso de los smartphones cuando mi propio teléfono me informa del tiempo de uso de algunas aplicaciones —ejem, mucho mucho, ¡culpable!—; la cuestión es que, entre tanto dispositivo y personas pendientes de sus pantallas, allí, sentado, había también alguien leyendo un libro en papel.
Destacaba.
Sí, por supuesto que en el móvil puedes estar disfrutando de un texto clásico, o de la Canción de Kali, de Dan Simmons, por poner un ejemplo y por la interesante y reciente reseña de Eduardo sobre esta obra —aquí me marco unos puntos con el dueño y señor del blog, por si para Navidad hay regalos—; pero casualidad: dos libros en papel en todo un vagón con muchos pasajeros.
Por designios del destino cruzamos la mirada, imagino que por lo curioso de la situación. Nos sonreímos con los ojos, algo que aprendimos en la pandemia. Ahora casi ni sonreímos: la vida. No dio tiempo para más: el otro lector de papel se bajó en la siguiente estación. Y así acabó esta momentánea historia. Sin embargo, me quedé con el título del libro que leía y su autor: Novela de ajedrez, de Stefan Zweig, que pasó, en ese momento, a engrosar mi larga lista de libros pendientes de compra y posterior lectura. Lógicamente no añado a la lista todos los libros que veo, ni siquiera aunque sea en situaciones así. Dos causas lo provocaron: soy aficionado al ajedrez y —al indagar sobre el autor y su extensa obra—, resulta que también escribió poesía.
Pues bien, hace unas semanas entré en una librería y lo compré junto con otros de la lista: nah, aumentar la pila de pendientes, así vamos. Me comentaron que la edición que solicitaba estaba agotada y me ofrecieron la obra de otra editorial.
Hace poco decidí adelantarlo en la mencionada pila de pendientes: quería leer la colección de poemas de su autor, así que le di prioridad. Y decidí también comentarlo, lo que me ha parecido, lo que viene a ser reseñarlo.
A ver.
Vamos allá o contaré todo lo que compré, o describiré el placer de leer en papel…, o hablaré de otro libro distinto. Quizás en otra ocasión: al lío, o al libro, que es de lo que trata —o intento que trate— esta entrada.
Mi Novela de ajedrez es una edición de Hermida Editores con traducción de Luis Fernando Moreno que, además de unas acertadas notas y citas a pie de página, añade un epílogo interesante —mucho— del que también hablaré. La ilustración de la cubierta es de Lidia Lobato.
En la faja del libro se lee: «Nueva traducción de la novela más famosa de Stefan Zweig según la versión definitiva que el escritor envió a sus editores dos días antes de fallecer». Así es: el autor se suicidó dos días después de enviarle al editor el manuscrito. Argumentó las causas que le llevaron a esa decisión: desde la soledad a la guerra, de la nostalgia a la falta de alicientes…, motivos escritos en una carta horas antes de suicidarse, junto a su esposa, el 22 de febrero de 1942.
Dado que esta novela está próxima al suicidio de su autor, me viene a la memoria el libro de John Kennedy Toole, La conjura de los necios; con él Toole consiguió el Premio Pulitzer después de fallecer —suicidarse—, pero en este caso el autor no había publicado nada con anterioridad a dicha obra. Su suicidio se relaciona con el desánimo por no encontrar editor para su libro, aunque esto no está del todo claro. La madre de Toole consiguió publicarlo once años después de su muerte.
Sigamos con Zweig o esto no se acabará.
Novela de ajedrez no es una novela de verdad: es una novela corta, o un relato corto, o largo, dependiendo del lector, escrita entre septiembre de 1941 y febrero de 1942. Son unas setenta y dos páginas que se devoran. Y aquí debo decir que me gusta cómo Zweig escribe, cómo describe, cómo crea interés y cómo conmueve.
Muchos «cómo» y un «pero», esto al final.
La acción transcurre en un trasatlántico que navega de Nueva York a Buenos Aires. El narrador, que podemos considerar que sea el propio Zweig, por el paralelismo entre este viaje y el suyo propio huyendo a Brasil a causa de la convulsa situación en Alemania por el nazismo —Zweig era judío—, se centra en contarnos, por un lado, una crucial partida de ajedrez —en realidad son unas cuantas— entre dos pasajeros y, por otra, el pasado tortuoso de uno de ellos.
Los jugadores se encontrarán y competirán por casualidad, sin conocer sus identidades. La forma en la que ocurre la partida no deja de ser muy interesante y no la desvelaré, lógicamente.
Pero no nos adelantemos.
¿Quiénes son estos pasajeros o jugadores? Por un lado, tenemos a Czentovic, flamante campeón mundial de ajedrez; alguien que ha llegado a la fama de una manera rápida, fulgurante. Un niño prodigio del tablero. Un crack, vamos. En él Zweig describe un personaje sin ambiciones, egoísta y despreocupado.
Czentovic está desarrollado como alguien de poca cultura, que ha llegado a dominar el ajedrez por un proceso de simple observación y en el que su existencia, y el valor de la misma, se centra en esas casillas y sus figuras. Sus conocimientos y habilidades son nulas para otras disciplinas de la vida. El mundo no tiene importancia para él, tampoco las personas, ya que todo lo mundano y primordial —necesidades, al fin y al cabo— lo puede conseguir ganando competiciones. Además, su visión de la acción —en las partidas— es siempre directa, como si no pudiera imaginar el tablero en su mente, diseñar esa forma de ver los posibles movimientos hasta llegar a la ejecución del mate.
Por otro lado, tenemos al Dr. B. —tal cual, «B»—, un abogado culto —parece que esta dualidad para afrontar los problemas desde puntos opuestos es algo que interesa al autor—, atormentado y que se sincera con el narrador —es el propio Zweig quien habla, al fin y al cabo, de sus miedos— contando una historia muy cruda del periodo en el que estuvo preso por la Gestapo. En él la capacidad ajedrecística se adquiere de una manera forzada —violenta, por necesidad—, sin disponer de pericia innata; de hecho, ni tan siquiera de estudiante jugaba bien —como confiesa—. El logro de la excelencia se lo debe a un entrenamiento obsesivo y malsano.
Por puro azar ambos llegarán a enfrentarse. O por la impaciencia —tampoco lo desvelaré— de uno de los jugadores.
El narrador conecta con el Dr. B. cuando intenta conocer su habilidad ajedrecística. Y es aquí donde la historia cobra un interés especial: en el momento en el que el Dr. B. se sincera con el narrador.
Se plantean dos necesidades: por un lado, estamos pendientes y ansiosos por el futuro desarrollo de la partida en ciernes entre ambos jugadores; por otro, la historia del pasado del Dr. B., de su profundo desasosiego y agonía para encontrar la salvación —en un libro de partidas— y superar la coacción de la tortura mental a la que estaba sometido en manos de la Gestapo mediante la creación de un mundo tridimensional en el que jugar y evadirse, fugarse, no pensar.
«La traslación era un logro completo: yo había proyectado hacia mi interior el tablero de ajedrez con sus figuras (…)».
Pienso que, si bien no es necesario ser conocedor de las reglas de Ajedrez para seguir la historia, ayuda en la comprensión de algunas partes de la misma.
Resulta curioso cómo el Dr. B. desarrolla la capacidad de pensamiento tridimensional; tenemos un ejemplo —diferente— en la serie Gambito de dama, basada en la novela con el mismo título de Walter Tevis, para explicar el proceso por el que la ajedrecista representa todo el tablero en su mente y/o el movimiento de las piezas.
En esta parte es en la que observo un ligero exceso a la hora de explicar su manera de crear su mundo interior de partidas, necesario, es cierto, pero sin embargo en algunos momentos algo tedioso. Y es que el Dr. B. necesitó durante su cautiverio ese mecanismo y su rutina para soportar la ausencia completa de estímulos exteriores, la soledad más absoluta; de competir consigo mismo en un intento de no enloquecer, aunque la propia obsesión le persiga de por vida. Todo para escapar; su manera de luchar y ganar —aunque en realidad pierde— a sus captores y torturadores. Un mundo tan oscuro que en algunos momentos consigue —como he comentado— conmoverte. Al fin y al cabo, todos tenemos algunos demonios que nos persiguen y que buscamos la manera de esquivar.
«Yo debía ahogarme y ahogarme en mis pensamientos, hasta la náusea, hasta que me asfixiaran y no pudiera hacer otra cosa que escupirlos definitivamente (…)».
De lectura amena, no se pierde nunca el incentivo, tanto, que quieres más de ambos personajes, acabas deseando que la novela no termine para conocerlos en profundidad. Es una historia que permanece y que posee mucha más fuerza que otros libros de mayor extensión que pueden dejarte indiferente con el paso del tiempo.
Novela de ajedrez es triste y desalmada, indudablemente.
Nos hace reflexionar: tenemos un autor aficionado al ajedrez que describe mecanismos personales para soportar los embates del miedo y el nazismo, mecanismos que, al parecer, no fueron suficientes, ya que terminó suicidándose —a diferencia del Dr. B.— poco tiempo después de terminar de escribir la novela. Es como si el propio Zweig dejase algo suyo en este personaje sin nombre.
Cuenta el libro con un excelente epílogo —desconozco si las otras editoriales lo incluyen—, que se lee con interés por conocer la vida y obra del escritor, las condiciones en las que se escribió la novela. Es un complemento excepcional.
De hecho, no he comentado casi nada sobre el autor al inicio por considerar que su historia, su vida y su viaje al exilio también deben ser leídos, y su amor por la libertad, conocido. El mencionado epílogo es muy completo. Decir que desde el exilio escribió el libro en una situación de refugiado y tremenda tristeza.
«¿Cómo puedo ser libre, cómo mantengo la claridad mental en una época descorazonada y fanatizada?». Escribió en una carta casi a punto de finalizar Novela de ajedrez.
En definitiva, resulta una obra —corta— absolutamente recomendable, de elegante e impecable prosa y que mantiene un vivo interés hasta el final. El epílogo es de obligada lectura.
Seguro que alguna otra obra del autor incrementará mis pendientes.
Lo difícil será elegir cuál.
Genial reseña, estimado Jesús. Como comentas, es muy importante dar con una buena edición de un libro. Una buena crítica (como la tuya) no debe dejar de comentar aspectos como este, ya que puede suponer una experiencia literaria totalmente distinta para el lector.
De Zweig te recomendaría “Mendel el de los libros” (editado por Acantilado), novela en la que, en apenas 64 páginas, el autor mostrará la crudeza de la realidad de un inmigrante en la Europa del S. XX.
Si te gustan las biografías, Zweig cuenta con algunas de las mejores: tenemos el análisis del político Josep Fouché, una figura histórica interesantísima y el retrato literario de la misma María Antonieta, entre otras. De hecho hay quien dice que se encuentra al mejor Zweig en sus biografías!
Muchas gracias por tus palabras, Gerard.
Cierto, como bien comentas, las biografías parecen mostrar al mejor Zweig.
Me apunto tus sugerencias.
Gracias por leernos.
Lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en la literatura de Stefan Zweig es la gran delicadeza y finura con la que escribía todos y cada uno de sus libros. Gran apasionado de la Historia y un gran activista social. Su vida (que merece la pena leer) fue realmente fascinante, impactante y dura.
No he podido leer el libro, pero me parece realmente interesante, así que lo anoto en próximas lecturas.
Como apasionada del ajedrez (vaya, qué casualidad!), me encantan las historias donde insertan en la trama una partida de ajedrez, como una especie de epicentro de la aventura.
Además, por aquella época ya existían grandes ajedrecistas, como Alexander Alekhine, Mikhail Botvinnik, Paul Morphy o Emanuel Lasker, ajedrecista que fue segundo campeón del mundo de 1894 a 1921 y que tiene una frase que creo que puede tener mucho significado por lo que he leído en esta entrada del blog: En el tablero de Ajedrez luchan personas y no figuras.
Lástima que Zweig falleciera en febrero de 1942. Bobby Fischer nació en marzo de 1943.
Seguro que le hubiera gustado conocerle.
PD: ¡Genial tu crítica!
Gracias por tu comentario, Raquel.
Grandes ajedrecistas y una interesante cita la de Emanuel Lasker.
Novela de ajedrez no te dejará indiferente.
Gracias por leernos. 🙂
Como siempre, gran reseña, analizada y explicada de una manera en la que todos puedan entenderla, hayan leído o no el libro. No suelo leer este género literario pero sin duda me lo apunto a la lista ¡Gran trabajo!
Me alegra que te guste.🙂
¡Muchas gracias por leernos!
¡Qué importante una buena edición de un libro!
Muy buena reseña. Creo que lo mejor que se puede decir sobre un artículo de una novela, es que ha conseguido que, como ajedrecista a tiempo parcial, tenga unas ganas de leerla terribles.
¡Muchas gracias!
Muchas gracias por tu comentario, Samuel.
No dejes de leernos.
Un saludo.
Primero de todo perfecta reseña de un gran autor Jesús, al igual que hablas de una lista de libros pendientes, este está en la mía, pero ahora mismo puedo asegurar que ha subido peldaños, y eso es gracias a lo que inspiras con su reseña.
He leído alguna obra de él, y como siempre, no deja de sorprenderme su forma de narrar, aunque este aún no había caído en mis manos.
Recomiendo y me gustaría saber la opinión de uno de sus libros “Momentos estelares de la humanidad”.
Esperando la próxima reseña 😊
Muchas gracias, Laia.
Me alegra que te guste.😊
El libro que comentas lo tengo también en pendientes, ahora falta «el tiempo»… o mover la pila de pendientes.
Por favor, no dejes de leernos.
Un saludo.
Estimado Jesús: muchas gracias por la reseña de mi traducción de “Novela de ajedrez”, de Zweig. Estoy seguro de que atraerá a nuevos lectores.
En cuanto al epílogo, te preguntas si otras traducciones de esta novela lo llevan. Te respondo que no. De ahí que esta nueva edición de “Novela de ajedrez” publicada por Hermida Editores sea distinta de las demás también en esto. La información que doy en mi comentario supone una ventaja para los lectores y creo que les ayuda a reflexionar sobre el relato de Zweig.
Saludos muy cordiales y enhorabuena por tu blog. Luis F. Moreno Claros
Muchas gracias por tus palabras, Luis.
También se agradece tu comentario a la pregunta —lanzada al viento— sobre si alguna otra edición contaba con un epílogo. En esta traducción es excelente, ciertamente, como comento en la reseña.
Ahora conocemos la respuesta: que no existe en otras ediciones.
Aprovecho para comentarte que disfruté mucho con la lectura de toda la información adicional.
Gracias por leernos.
Saludos cordiales