Nostalgia, un libro que he leído sin saber por qué.

—Pues nada, que no sé por qué he leído este libro.

—¿Por qué dice usted eso?

—Pues, no sé… Porque los libros de este tipo no suelen gustarme.

—No lo entiendo. ¿A qué tipo de libro se refiere?

—A los que hablan de la vida de las personas. Mira, en la descripción de la obra nos dicen que

“Nostalgia narra la vida de Lucía y Manuel, dos personajes muy diferentes entre sí, pero ambos sin duda entrañables e inolvidables. […] La historia, pues, muestra cómo sus dos protagonistas van evolucionando con el paso del tiempo en su manera de entender la vida y de afrontarla”.

y yo soy más de historias, en fin, menos intimistas, en las que asistimos a la evolución de los personajes a través de hechos extraordinarios, ajenos y evasivos. Pero mira, me equivoqué, y te voy a contar el porqué.

—Oiga, que yo sólo le he pedido la hora y tengo prisa…

—Bah, tú qué sabrás. Calla y escucha.

Nostalgia es una obra que nos cuenta la vida de Manuel y Lucía.  Al principio los personajes son niños, y lees lo que les ocurre con curiosidad y una  sonrisa, en el caso de Lucía, porque resulta muy entrañable, ojo, que yo no suelo utilizar esa palabra fuera del ámbito forense, y en el caso de Manuel, porque a él, de niño, las cosas le suceden, como a casi todos los niños, y resulta fácil identificarse con sus emociones.

Pero los personajes crecen y comparten un escenario. Y les pasan cosas. Hasta ahí, todo normal, porque a la gente también les pasan cosas. Y entonces viene lo bueno…

Porque Lucía y Manuel son personas como todo el mundo, con sus manías, sus virtudes y sus defectos, a veces hacen cosas mal y aprenden por las malas a vivir, y a veces tienen suerte y no se dan cuenta de que acaban de fastidiarla, porque todos somos así de tontainas: pensamos que la buena suerte nos la hemos ganado con nuestro esfuerzo y talento, y que la mala suerte es cosa del destino que nos odia, en un alarde de presunción, como si nuestras vidas fueran tan valiosas como para importarle un pimiento al destino.

Yo pensaba fastidiar un rato a un mortal de un planeta perdido que no le importa a nadie, pero en vez de hacerlo, me voy a tomar un café a Alderaan. 

Total, que les coges cariño. Y estás leyendo lo que le sucede a uno con ganas de terminar para ver lo que le sucede al otro, y no tienen unas vidas extraordinarias, ni mucho menos, y eso es lo que les hace especiales, y por eso no puedes dejar de leer, y sigues leyendo, y así, conjunción tras conjunción, avanzas en sus vidas, en sus alegrías y miserias, y empiezas a comprender, poco a poco, que la nostalgia es una emoción aprendida a base de perder.

En cada capítulo asistimos, más o menos, a una etapa de la vida de uno de los dos. Se alternan, por cierto, de forma que, cuando piensas en ello, se observa un paralelismo interesante en su evolución. Resulta curioso asistir a la evolución emocional de cada personaje y cómo, a pesar de seguir caminos diferentes, el lector llega a las mismas conclusiones. Quizá no exista el destino pero, desde luego, existen personas predestinadas a la nostalgia.

Ahora voy a decir cosas malas, porque decir sólo las cosas buenas de un libro no es honesto.

A veces se hace pesado. Le sobran algunas expresiones rebuscadas. También hay páginas que puedes saltarte sin remordimientos y sin perderte nada relevante porque lo que realmente quieres es saber lo que le ocurre al personaje, no lo que dice el autor sobre el personaje, que no es lo mismo.

Le sobra bucolismo. Sí, ya sé que no estoy usando bien la expresión, pero ¿a que me has entendido? Pues eso, a veces es todo tan bucólico que parece un cliché. Esas escenas son importantes para la historia y no son gratuitas, pero lo típico, llevado al extremo, se convierte en paródico, y hay que tener cuidado con ese tipo de ambientación.  Nostalgia no llega tan lejos, ni mucho menos, pero en fin, tenía que comentarlo.

Pues ya está. Ya he dicho lo más importante de este libro, creo yo. Lo recomiendo si no te fastidian las historias intimistas en plan Carlos Castán (ojo, que estoy haciendo una comparación gratuita con un genio de las palabras), y no lo recomiendo si tu idea de pasar el rato consiste en quejarte de un concierto de Enrique Iglesias en vez de leer un libro, por ejemplo.

 

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