Muy buenos días. Y eróticos, si puede ser.
Hoy estamos de estreno: una nueva sección dedicada a la poesía.
Parece que Eduardo tiene preparadas sorpresas —creo que tiene una cómplice— y mi contrato especifica que tengo el honor de ser el primero.
Hace unos cuantos meses —cómo pasa el tiempo— me animé —queda raro el comentario con la temática actual, lo sé— a participar en un certamen de relatos y poemas de género erótico «en su concepción más transgresora».
Bueno, he de confesar que aunque escribo poesía habitualmente —eh, incluso participo en alguna antología y en alguna revista—, no así poemas con este tipo de contenido.
Era cuestión de ponerse manos a la obra —hoy quizás tampoco suena apropiada esta frase…—; escribir y transmitir: versos, mensaje, musicalidad e intención en estrofas que han de hacernos imaginar y visualizar unas determinadas escenas y, además, sentirlas.
Imaginar.
Visualizar.
Y es que, al fin y al cabo:
«Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje».
Octavio Paz.
Podía haber utilizado para esta primera entrada un poema de amor, de desamor, del tiempo que pasamos sin estar con la persona amada o de las sensaciones de un viaje inacabado… Sin embargo, me arriesgo con esta entrada y se me pone la piel de gallina.
Aunque quizás no sea por la emoción del estreno.
Espero que te motive. Que te guste. Que te provoque.
JUEGO
Estás tumbada, y yo
sobre tus caderas; cálido contacto
con tu piel sudada.
Me miras las manos y luego
recorres mi cuerpo; me quemas
con esa mirada.
Con la cuchilla perfilo
el corto vello que, en tu pubis,
aguarda.
Me lo has pedido:
una diversión, lenta,
que terminará
encima de estas sábanas.
Te deseo,
siento que mi cuerpo me abrasa,
todo lo físico se superpone a tus palabras;
no puedo mantener la calma,
ni dominar mis ansias.
Paso una toalla lentamente
por tu piel mojada.
Te seco exhalando el aliento,
y al final,
un gemido se me escapa.
Soy incapaz de aguantar más,
sin embargo,
dices con tus movimientos,
rozándome, provocándome,
que no hay pausa.
Deseo acariciar, besar, entrar y salir; saciarnos.
Cambias de postura;
cierro un momento los ojos
y siento
tus manos en la cara.
Me susurras lo que quieres
y yo —en ese juego—,
lo que anhelo que me hagas.
Que ha comenzado la tarde.
Nuestra noche,
con tiempo, otras experiencias
depara.