Las ideas son frágiles. Las ideas se agotan, enferman, envejecen y mueren.
Las ideas no marcan diferencias, ni resisten las burlas, la indiferencia y los golpes.
Esa era la mentira. Ahora voy a decir una verdad.
Las ideas sangran. Las ideas lloran, gritan y se desesperan, pero no abandonan. No se rinden. No desaparecen.
Las historias, desde los cuentos que se comparten al calor de una hoguera hasta las grandes sagas inmortales, son ideas, complejas y cambiantes, vivas, repletas de personajes, acciones y consecuencias.
No subestimes a las historias. Son fuertes, y resistentes, y cuando las cabreas se pueden volver muy peligrosas.
¿Te ha quedado claro? Podrás acabar conmigo, pero mis historias, las que he escrito y alguien ha leído, las que nacieron y crecieron en mi interior, y me abandonaron en forma de grafito, tinta o destellos en una pantalla, son más fuertes que yo, y que tú, y nos sobrevivirán a ambos, por mucho que me prohibas, que me impongas o que me ignores.
Así que déjame en paz.