Existen autores que escriben una obra maestra en su vida, y un buen puñado de obras más o menos decentes. Existen otros autores que, sin publicar una obra sobresaliente, mantienen un nivel considerable durante toda su vida de escritor.
Y luego está Neil Gaiman.
(Es el de abajo.)
Te he hablado de él en varias ocasiones. Es un escritor inglés responsable de algunas de las mejores historias que se han publicado en los últimos tiempos, entre otras, The Sandman, Coraline, Stardust, Los Hijos de Anansi, American Gods…
Y, por supuesto, El libro del cementerio.
¿De qué trata este último libro? ¿Y por qué deberías leerlo?
Trata de un bebé que escapa de un asesino que ha matado a toda su familia, y que se refugia en un cementerio. Los habitantes del mismo, fantasmas en su mayoría, lo cuidarán y le enseñarán a sobrevivir en los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos…
O, al menos, lo intentarán.
Y sólo eso ya es una razón suficiente para leerlo. Oh, vamos, no me digas que no te ha llamado la atención. Mira, te copio lo que dice la wikipedia, por si te gusta más su sinopsis:
La historia comienza cuando el Hombre Jack asesina a todos los miembros de una familia a excepción del más pequeño, que escapa de la casa. En su huida llega a un cementerio en una colina donde su perseguidor le pierde el rastro. Los muertos discuten en asamblea si hacerse cargo, hasta que la Dama Gris aparece y recuerda a todos que, por su condición, deben tener caridad. Así, el matrimonio Owens se ofrece para ser los padres adoptivos de Nadie, mientras el extraño Silas será el tutor del ciudadano honorífico del cementerio.
En adelante, el libro trata de las aventuras de Nadie Owens dentro y fuera del cementerio desde la cuna a su madurez, y es un desfile de personajes, encuentros y reencuentros, en el que se entrecruzan tradiciones y guiños a la más clásica literatura infantil, juvenil, de fantasía y de terror. Muchos de estos guiños sólo son sugeridos a la imaginación del lector, aunque buena parte son obvios. El relato permite no solamente reconstruir cronológicamente la vida de Nadie, sino también la forma subjetiva en que éste sufre o disfruta de cada momento.
La edición que yo tengo es ésta:
que incluye ilustraciones del genial Dave Mckean y vale menos de ocho euros. Pero, además, puedes disfrutar de esta impresionante y maravillosa adaptación a cómic:
que actualmente puedes encontrar completa en un solo tomo, y que cuenta con la colaboración de P.Craig.Russel. Este dibujante te sonará por algunas historias de The Sandman o por la adaptación de El Anillo del Nibelungo. El tío es buenísimo, en serio.
No quiero contar nada de la trama para que no me abucheen los de la brigada anti-spoilers, que en los últimos años (desde que comenzaron a emitir Juego de Tronos) están pesadísimos. Así que sólo diré que es un libro pequeño, de prosa ágil y directa que te atrapará desde el primer momento. La traducción corre a cargo de Monica Faerna, que se ha ocupado de otros libros de este autor y, creo yo, lo ha hecho bastante bien. Te dejo un fragmento, para que te hagas una idea…
¡Léelo! ¡No te arrepentirás!
—¡Protejan a mi hijo! —les suplicó el fantasma, y la señora Owens entendió entonces que se trataba de una mujer. Claro, era la madre del niño.
—¿Qué les ha hecho ese hombre a ustedes? —preguntó la señora Owens, aunque estaba casi segura de que la mujer no podía oírla. «Seguramente hace poco que murió, la pobre», pensó.
Siempre es más fácil morir de forma serena, despertar llegado el momento en el lugar donde a uno lo enterraron, aceptar la propia muerte e ir conociendo poco a poco a tus convecinos. Aquella pobre criatura era toda angustia y pánico, y ese miedo cerval, que los Owens percibían como un ultrasonido, había logrado captar también la atención de los demás habitantes, que acudían desde todos los rincones del cementerio.
—¿Quién sois? —inquirió Cayo Pompeyo. Su lápida había quedado reducida a un simple trozo de mármol cubierto de musgo, pero dos mil años antes había pedido que lo enterraran en aquella colina, junto al templo de mármol, en lugar de repatriarlo a su Roma natal. Era uno de los ciudadanos más antiguos del cementerio y se tomaba muy en serio sus responsabilidades—. ¿Estáis enterrada aquí?
—¡Pues claro que no! No hay más que verla para darse cuenta de que acaba de morir. —La señora Owens rodeó con uno de sus brazos el espectro de la mujer y habló con ella en privado, en voz baja y serena.