Los libros en papel siempre existirán. Los ebooks no tienen el encanto de los libros, y no huelen igual, y el encanto de coger un libro y pasar las páginas jamás podrá ser sustituido por un dispositivo electrónico. Bla, bla, bla.
O eso dicen.
Hace más o menos diez años, la aparición de los primeros reproductores de DVD capaces de reproducir archivos de vídeo en formato DIVX, es decir, “las películas bajadas de internet”, pilló por sorpresa a los puristas de la calidad que, años antes, afirmaban con rotundidad que ese formato jamás triunfaría porque era de mala calidad. Las discusiones sobre este tema en los foros de cine eran tronchantes.
Por aquel entonces, la música en formato digital ya se compartía alegremente, y, contra todo pronóstico, la música no ha desaparecido y los buenos músicos siguen componiendo.
Así que tú eras el enemigo de la música ¿eh, pequeña cinta magnética?
Volvamos a los libros. La aparición de la imprenta era lo peor que le podía ocurrir a la literatura, e incluso Cervantes tuvo que hacer frente a la piratería con El Quijote, que se importaba del extranjero sin que él viera un ducado por ello.
La primera parte, […] no supuso un gran beneficio económico para el autor a causa de las ediciones piratas. Cervantes sólo reservó privilegio de impresión para el reino de Castilla, con lo que los reinos aledaños imprimieron Quijotes más baratos que luego venderían en Castilla.
[Fuente: la wiki, claro]
De hecho, podemos retroceder mucho, mucho más en el tiempo. Sócrates, creo recordar, se quejaba de que los libros volvían vagos a los estudiantes, que servían para distorsionar las enseñanzas de los maestros y que, en definitiva, acabarían con la educación y la cultura. Y eso que hablamos de obras de muy difícil acceso, únicas y copiadas a mano.
El patrón está claro, ¿verdad? Los cambios no nos gustan y los atacamos con argumentos estúpidos.
El formato digital no va a desaparecer, y debemos adaptarnos a sus normas. Amazon, por ejemplo, lo sabe desde hace tiempo y resultará muy, muy difícil competir con su forma de hacer las cosas, con la que, por cierto, no estoy muy de acuerdo (esa es otra historia).
Muchas editoriales españolas se niegan a aceptar este cambio, y ya sabemos lo que acabará ocurriendo. Otras, sin embargo, intentan algo diferente.
Por ejemplo, aquí:
A esta plataforma se están uniendo una cantidad interesante de editoriales, entre las que destaca Gigamesh y su ya-sabes-de-qué-saga-te-hablo. Pero hay algunas otras cuyos libros me llaman mucho la atención… Echa un vistazo, que merece la pena.
Todo lo que publican está libre de DRM. Prestan atención a autores desconocidos, no por ello de menor calidad. Y todos los libros de la plataforma pasan a través de una editorial, lo que asegura un mínimo de calidad de maquetación, por ejemplo.
Es una idea. Quizá no sea el futuro y quizá cambien todavía mucho las cosas, pero es un paso en la dirección adecuada.
Yo, personalmente, prefiero leer un libro en papel que en digital, pero mi pareja, que lee mucho más que yo, se ha adaptado a su ereader con facilidad y no sale de casa sin él. Ni lo suelta un sólo día. Ni me lo presta.
Creo que me compraré uno para mí solo. Los ebooks, como la cerveza, una vez que te acostumbras, te preguntas cómo has podido vivir sin ellos.
Es cierto que adaptarse a los cambios es algo que cuesta, para qué negarlo. Pero las cosas cambian, esto es así (para mejor o para peor, eso solo puede saberse a posteriori).
Personalmente, que tanta información se encuentre en “la nube” me preocupa. Pienso en las ventajas por las que los egipcios comenzaron a usar el papiro, dejando de lado la grabación en piedra, y que eso ha supuesto perder miles de años de información sobre esa cultura.
De una forma o de otra, mear contra el viento no suele ser una buena idea. Como dices, hemos aceptado dejar los discos de vinilo (antes los de pizarra) y las cintas magnéticas, y seguramente tanto el CD como el DVD y el Blu-Ray terminarán dejando paso al contenido on-line; con los libros no será distinto, así que solo podemos adaptarnos o morir.
Un poco de respeto sí que da… La misma expresión de “la nube” hace que parezca que la información es etérea, está pero no está, no se sabe muy bien dónde, y es efímera y volátil…
Si “la nube” se llamara “el archivo supremo” nos resultaría más fácil fiarnos. Y molaría más. 🙂
Nuestro lugar aún está por determinar. Me siento, en este sentido, como la generación que ve nacer la falta total de privacidad en “La luz de otros días”. Nuestros hijos crecerán sabiento ver las ventajas de la información continua e instantánea, y en “información” incluyo los libros.
Nosotros sólo podemos sentarnos, encoger los hombros y hacer lo único que sabemos hacer. Si tenemos suerte, nuestros textos nos sobrevivirán, y que se preocupen otros. 🙂