Hace tiempo leía, en un foro, una historia divertida en la que unos chicos contaban sus experiencias como repartidores de unos grandes almacenes. Había de todo, desde un problema con un grupo de gente de… violento carácter y actividades delictivas, que no estaban conformes con el funcionamiento de su televisor, hasta una experiencia bochornosa en un club de alterne, donde no tenían efectivo para darle una buena propina a un repartidor después de servir un pedido voluminoso y, ejem, digamos que el resto del día tuvo que darse prisa para terminar los repartos a tiempo.
Esa conversación pasó a formar parte de mi apabullante base de datos de información totalmente inútil, uno de mis talentos ocultos y desperdiciados. Y ahí quedó, en mi memoria a largo plazo, junto a cientos de conversaciones de Los Simpsons, tiras de Mafalda y de Calvin&Hobbes, detalles sobre la vida privada de los dioses griegos, frases de películas de los 80, y ese tipo de cosas.
Por alguna razón, cuando veo a Rajoy por la tele me acuerdo de esta tira.
Hasta que, escribiendo una escena que se desarrolla en un club, me acordé del foro y pensé “esto quedaría estupendo para dar ambiente”.
-¡Qué bien! Y te pusiste a escribir, ¿verdad?
-Pues… No, porque me acordé de otra historia.
En una ocasión leía una entrevista a un editor en la que contaba la historia de un manuscrito que había llegado a sus manos, una historia interesante y bien contada, pero carente de detalles, de credibilidad. El editor le achacaba esas carencias a que el autor tenía 17 años y le faltaba acumular experiencias y conocer personas para crear personajes y situaciones ricos en detalles. Es decir, que escribía bien, pero para una historia realista y mundana, no podía aportar detalles sobre la vida porque no había vivido lo suficiente.
No sé si eso será cierto, pero sí sé una cosa: Ningún conocimiento es inútil y, aunque me resultaría más útil recordar la receta de una quiche de verduras que el segundo nombre de Homer Simpson*, de algún modo creo que nos definen nuestros actos tanto como el uso que hacemos de nuestros conocimientos.
En ese sentido, leer es tan importante como vivir.
Ahí queda eso.
* Homer Jay Simpson. Lo descubre en el episodio D’oh-in in the wind, con BSO de Jefferson Airplane y The Zombies, creo recordar. (Ay…)
Al final me puse a escribir un rato, claro. Que la inspiración te encuentre trabajando.
El Velo Dorado, como puedes imaginar, no tenía un horario de comercio convencional.
Los lunes a primera hora llegaban los chicos de La Gata Tonta, una empresa de limpieza de nombre peculiar, pero personal muy eficiente y discreto. Daban un repaso general a los cristales y dejaban los aseos como nuevos. Eran serios y profesionales, y siempre terminaban en tres horas exactas. La limpieza del día a día, barrer, fregar y reponer, la realizaban las chicas del local, aunque a efectos prácticos se ocupaba casi siempre Lucía.
A media mañana llegaba el pedido semanal de la perfumería. No solían ser entregas muy grandes, a pesar de que los jabones y geles se cambiaban todas las semanas aunque no se hubieran terminado, porque Carmele decía que así parecía todo mucho más nuevo. “Los clientes siempre quieren estrenar algo, chicas, así que dadles el gusto con el jabón, jajaja”, decía a menudo. Se reía ella sola, porque a las chicas no les hacía ninguna gracia.
Casi al mismo tiempo se presentaban los repartidores del supermercado con los productos de higiene y aseo personal, se gastaban cantidades industriales de toallitas, pañuelos de papel, aceites y vaselinas neutros, geles, toallas y maquillaje. Los repartidores solían ser chicos jóvenes que rotaban a menudo, porque el trabajo estaba muy mal pagado. En el club solían ser amables con ellos, ya que en verano, sobre todo, el trabajo se hacía muy pesado. En una ocasión, Vero, una de las chicas que vivía allí, fue demasiado amable con uno de los repartidores. El chico era mono, y tímido, y no tenían nada de dinero en efectivo para darle una propina, y Vero pensó que, total, no la costaba nada…
El chico llegó tarde al siguiente reparto (no muy tarde, porque efectivamente era muy tímido y Vero una experta), pero RC se enteró de que había trabajado gratis (según su punto de vista) y no le hizo gracia.