Última entrada del 2022: MICRORRELATOS


El año pasa volando…

Terminamos el 2022.


En el blog hay dos personas que «velan» por mi buen hacer; de hecho, con Libertad —segunda al mando— suelo conversar a menudo sobre nuestras colaboraciones en curso. En esos momentos aprovecha —yo disimulo y aparento mucha atención— para explicar todo aquello que no me revelaron al entrar a formar parte de Relatos y mentiras.

La verdad es que es mucho y variado.


En una de estas conversaciones —Libertad empieza por temas de relatos y acaba sutilmente con una nueva tarea escritoril— me informó que, para finales de diciembre, preparase todos y cada uno de los microrrelatos que hubiera escrito durante el año en curso, ya que, al parecer y en esta casa, es habitual subirlos juntos en una única entrada al terminar el año.


Rebusqué en mi contrato y me dijo que no lo encontraría; eso era algo que había instaurado ella y que cuidado con que alguien se atreviese a decir o hacer lo contrario. Que incluso el amo y señor Eduardo respetaba este cierre anual: de no hacerlo podía ser asaz cruel en las represalias.


Junto a los microrrelatos y para terminar lo que será la ultima entrada de este 2022, dejo los logros de un año bastante completo de relatos y poemas seleccionados, la verdad. 

A fecha de esta entrada aún estamos pendientes de algunas convocatorias.


A nivel individual me seleccionaron el poema titulado «Puerta» en el primer número de la revista literaria Pulporama; en el número dos de la misma publicación, el poema «El pequeño timón»; y el relato de ciencia-ficción «Viajeros de papel», en la antología Sueños, Visiones, Terrores


Este año inicié una colaboración de escritura de relatos y poemas a cuatro manos con Libertad García-Villada y hemos cosechado algunos logros: el relato «La prueba de los dos dados», en la revista Droids and Druids V, comentado en la entrada Qué difícil es ser Dios; en la convocatoria Terrores, de Sueños, Visiones Terrores, el relato «Cabrera 1814»; en La Savia De El Bosque, hicimos doblete con el poema «Cartas ocultas» y el relato «El amor en los tiempos del azar»; en la antología Melodías de papel, con un bonito poema titulado «Pentagrama de amor»; el relato «Felices sueños» peleó por el primer puesto en el primer número de la revista literaria La bastarda postmoderna, que se publicará a primeros de año; nuevamente un doblete en la antología Una biblioteca sin libros, de la editorial Opera Prima, con el poema «Eco de palabras» y el relato «El tamaño importa»; en la revista Pulporama, el segundo número, tenemos nuestro relato «Con un par de huevos»; en la publicación de la antología Muchas patas —seguramente no será este el título, está en preparación— participamos como autores invitados con el relato «Canela», y en el III concurso de Libélulas Negras, sobre distopías, con el relato «Sin cielo en la tierra», pendiente de publicación.


Y aquí tenemos los microrrelatos. 

La gran mayoría los escribí para el programa Forjadores de relatos, comentado en otra entrada, organizado por Dentro del Monolito. Se indica, para cada relato y después del título, los que estuvieron seleccionados así como el link del correspondiente programa, por si se quiere ver o escuchar.


Espero que te gusten.





El juego


Forjadores de relatos.

Temática: El bosque de los ahorcados.


Decidió dejarlo ahorcado a la entrada de la aldea. Era el lugar adecuado: así todos recordarían que tenían que respetarlo. Era el jefe de la tribu y el más fuerte.

Ese maldito druida no hacía más que hablar y dar consejos. Siempre en su contra, continuamente cuestionándolo. 

El cuerpo fue reblandeciéndose por la humedad del ambiente. 

Un día, el cuerpo apareció sin una pierna. Al siguiente, sin un brazo. 

El jefe comenzó a sospechar de todo el mundo:  preguntó y amenazó, sin resultado. Incluso se quedó montando guardia, pero aún así, los miembros desaparecían.

Quedó únicamente la cabeza. 

El jefe estaba esa noche mirando el rostro que se iba ocultando detrás de capas y capas de podredumbre. 

No escuchó que se acercaban por detrás. El olor fue lo primero que le alertó y se volvió de inmediato: allí estaba el cuerpo completo del druida, pero sin la cabeza.  Ese cuerpo lo agarró y lo estranguló hasta matarlo. 

El druida se colocó la cabeza en su cuerpo y colgó al jefe con la misma cuerda que le había mantenido balanceándose.

—La próxima vez no hagas trampas en el juego del ahorcado —dijo el druida mientras se marchaba.




La silla


Forjadores de relatos.

Temática: Ponte en mi piel


Se burlaba siempre de aquel viejo, enjuto y serio, que permanecía sentado en el porche de su casa, en aquella vieja y mugrienta silla de playa.

Un día le tiró una piedra que impactó en la cabeza y el viejo cayó hacia atrás. Tras un primer momento en el que pensó en salir corriendo, miró alrededor y, comprobando que no había nadie —algo normal en aquel olvidado barrio—, se acercó al porche. 

El viejo no estaba. 

Notó un golpe en la cabeza.

Cuando despertó, estaba atado a la silla de playa. Lo supo porque tenía la cabeza bajada y reconoció la tela que sobresalía a los lados de sus piernas inmovilizadas. Era como de piel.

Se sentía drogado, espeso y sin poderse mover, a excepción de la cabeza.

Un ruido llamó su atención. Vio acercarse al viejo lentamente y con una mueca que no supo identificar. Sin mediar palabra, le puso a la altura de los ojos un retrovisor, para que pudiese ver lo que tenía previsto hacer.

El viejo le fue cortando la piel de la espalda mientras el joven lo observaba todo por el retrovisor, con lo ojos abiertos de puro miedo.

—La silla necesita un respaldo nuevo —le susurró.




Te meto el obús


Seleccionado para Forjadores de relatos.

Temática: Horror nuclear.


Tras la explosión, oyeron un crujido, como una pared que sufre un cambio repentino de temperatura, y sintieron un temblor bajo los pies.

La bomba, finalmente, había tocado tierra.

Pasado ese instante de incertidumbre, puesto que todo aguantaba, comenzó a notarse una cierta distensión entre los que se encontraban en el enorme refugio. Un desapego que los llevaría a un frenesí planificado.

Jorge estaba excitado. Recordó los preparativos, hacía ya dos largos años, cuando se rumoreaba que habría una guerra nuclear. Diferentes grupos se juntaron para diseñar, construir y equipar refugios. Mira por dónde estaba en Twitter, y un retweet llevó a un like, y finalmente acabó allí. 

Deambulaba por las diferentes estancias viendo cómo la gente comenzaba a mostrarse desinhibida, a quitarse ropa, a tocarse. Y es que habían decidido por votación que, si el refugio aguantaba, lo primero sería una bacanal. 

Luego escribir. 

La mayoría eran escritores, joder, además con múltiples habilidades. ¡Ja! Al final todos estarían follando dentro de unos escasos minutos.

Andar era complicado dada la enorme erección que pugnaba con romperle la cremallera. Pasó cerca de los miembros de Dentro del Monolito y los saludó con la mano…, ni lo miraron. Nah, escritores consagrados, con sus manías; ya lo tomarían en consideración, todos y cada uno de los casi trescientos miembros del refugio, en cuanto viesen qué bien había llevado a cabo su cometido. 

Cada cual tenía asignada una labor: la suya era el avituallamiento de todo el refugio y… Sintió un escalofrío. 

Con tanta bacanal en la cabeza se le había olvidado llenar los almacenes de víveres. 

No aguantarían. Ni dos días. 

Se tocó su miembro erecto. 

Bueno, se dijo, lo primero es lo primero.




La Fuerza


Seleccionado para Forjadores de relatos.

Temática: Grandes arcanos, pequeños relatos.


Ambos se quedaron en silencio. 

La última carta estaba sobre la mesa. No había error posible, ni marcha atrás, ni posibilidad de una nueva tirada. 

La carta de La Fuerza. 

Estaban todas dispuestas sobre la mesa y esa, la última, marcaba la acción a realizar sobre las demás. Miraron ambos el dibujo que aparecía junto al nombre: la imagen de una mujer sujetando las fauces de un león; su valor y coraje eran notables, parecía como si la carta dejase esa sensación suspendida en el aire.

Era el destino.

La vidente levantó la vista y observó a su cliente. Soltó el aliento que había retenido durante un largo rato. Detuvo la mirada en la pulida superficie negra de la máscara que llevaba el curioso individuo. Este de repente reanudó su extraña manera de respirar, como si se estuviese ahogando.

—¿Esto es todo?

A la vidente le sorprendió la pregunta. Ella era la experta en cartomancia del Universo, que se pusieran en duda sus dotes era inadmisible.

—Eso parece —respondió de mala gana, dando a entender con su tono que la visita había terminado.

El hombre de la máscara se levantó malhumorado. Era muy alto, su capa se llevó por delante las cartas de la mesa al ponerse en pie.

—Pues si La Fuerza dice que le diga a Luke que soy su padre, no hay nada más que decir.




Amén


Seleccionado para Forjadores de relatos.

Temática: Un feligrés más.


El enorme incensario alcanzó su punto más alto. Una vez allí se mantuvo un suspiro —como si se quedase colgado en el aire— suspendido contra toda lógica. Pero de nuevo realizó el descenso llevándose consigo la estela de humo que acababa de pintar en el espacio de la enorme catedral.

Cinco monaguillos, sonrientes, tiraban cada uno de una cuerda para provocar ese movimiento pendular. 

Dos cosas le extrañaban a Monseñor Priano de todo aquello: las sonrisas y el color del humo. Bien es cierto que en su acomodada vida no asistía a todas las liturgias —únicamente a las esenciales—, pero conocía el color del humo y también que la seriedad de los monaguillos era algo de obligado cumplimiento.

Si bien esto ocupaba su mente, otra cuestión comenzó a llamarle la atención: los feligreses de las filas más cercanas al humo comenzaban a mostrar la misma sonrisa bobalicona. Es más, se expandía según pasaba el tiempo a otras filas. Se revolvió inquieto dentro de su almidonada túnica. 

Oyó alguna risa.

El olor por fin le invadió también a él. Y las ganas de reír. Esos monaguillos habían llenado el sacrosanto incensario con algún tipo de droga. Malditos…, benditos.

Alguien encendió un móvil y comenzó a sonar música disco.

Tímidamente, un feligrés se animó con los primeros pasos. Muchos lo secundaron.

“Dios está en lugares insospechados”, pensó Monseñor cuando sus pies también empezaron a seguir el ritmo.




El laberinto del impostor


Forjadores de relatos.

Temática: Letras laberínticas.


El escritor escuchaba atentamente al encargado del laberinto mientras este le explicaba en qué consistía el reto:

—Has de pasar seis pruebas escritas. Para ello dispones de un terminal de escritura en cada encrucijada. Según acabes cada prueba, introduce el correspondiente texto en el buzón más cercano y espera unos minutos. Si está bien escrito, se abrirá una entrada, si no lo está, habrás de repetir la prueba…

El escritor asintió, apesadumbrado.

—Tienes que superar las siguientes críticas a tus relatos: que son de desarrollo plano, de formato clásico, sin emoción, excesivamente descriptivos, con diálogos explicativos y con una historia poco original.

El escritor hizo un gesto de réplica.

—Ni se te ocurra responder. Soy el jodido impostor y vas a deambular por el laberinto hasta que pases todas las pruebas… o te quedarás aquí atrapado para siempre.


Los celadores dejaron en la camilla al escritor con sus gafas 3D y una vía para el suero con la droga del laberinto.

—Otro escritor que acepta el tratamiento —comentó el celador uno con algo de sorpresa.

—Es que cuando ataca el impostor, la mejor solución es este innovador sistema de realidad virtual y drogas. Tal y como está el patio tras la cuarta guerra mundial, y con la escasez que hay de lectores, es normal que los pocos escritores que quedan quieran como locos participar en los reality shows de lecturas cruzadas; de algo tienen que vivir. Y cuando entran en fase poco productiva, quieren solucionarlo como sea—informó el celador dos al uno, que era nuevo y aún no sabía bien de qué iba todo aquello.

—Ya. Todos quieren ser los mejores para entrar en concursos tipo El Monoliter desbocado, incluso el de Postmodernos acelerados —replicó el celador uno con suficiencia.

—Ah, pero ¿tú lees y ves esos programas? —El celador dos levantó una ceja.

—Oh, no no no, por favor —respondió incómodo el celador uno—. Yo veo series. Solo series. —Y añadió—: ¿Has visto la vigésima temporada de Los Serrano?




Es algo personal


Microrrelato escrito a cuatro manos por Libertad García Villada y Jesús Durán 


Los cínicos no sirven para este oficio, es imposible serlo cuando la primera palada de tierra te cae, justamente, en la cara, obligándote a cerrar los ojos. 

Uno quiere mantener la mirada desafiante hasta el final mientras lo están enterrando vivo. No es nada personal, ya se sabe, son encargos. Pero qué menos que permitir expresar con los ojos el deseo de venganza. Resulta increíble el odio que pueden llegar a transmitir unos ojos. Es la última voluntad, las últimas palabras, aquellas que la mordaza impide gritar.

Acaban así casi todos los de nuestra calaña, matones a sueldo, gente de mal vivir, sin apego por nadie y que venderían a su madre por unas monedas: se les tortura para sacarles información y después se les entierra sin más en algún lugar recóndito. Como a este desgraciado. Como yo mismo en algún momento. Bueno, así es como lo estoy sintiendo ahora, con los ojos llenos de tierra.




Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.