Entrada realizada por Libertad García-Villada y Jesús Durán.
A veces nos encontramos con obras cuyo texto no se ha tratado con el cariño que merece; sí, nos referimos a las traducciones.
Lo ideal sería poder leer todos los libros en su idioma original, pero no es posible, ¿verdad?
Por esta razón, la labor de los traductores es crucial, ha de realizarse correctamente y, si es posible, partir del original en lugar de basarse en una traducción previa.
¿Estás de acuerdo con esta preocupación?
Una mala traducción puede arruinar la experiencia de lectura. El profesional, y esto es fundamental, debe adecuarse todo lo posible al autor y mantener fidelidad con el original.
Cuando se trata de traducir poesía, la situación se complica un poco más.
No vamos a profundizar demasiado, pero podemos decir que, con la traducción, por un lado, se pierde ritmo, aquel que articula la composición en su idioma original. Por otro, ante las, habitualmente, diversas opciones del significado de una palabra, ¿cuál sería la apropiada? Tengamos en cuenta la importancia del sentido y el contexto cultural en algunas ocasiones.
Ahora, llevemos todo esto al grado superlativo, con un tipo de poema: el haiku, y con un idioma complejo: el japonés.
Y claro, entonces, con todas estas dificultades en mente, ¿qué nos ha llevado a realizar la presente entrada en el blog?
Varias circunstancias: unos concursos de haikus en los que hemos participado —y compartido en el blog—: Lo que el corazón siente: el haiku y Una pausa. Unos haikus; y quedar seleccionados en la antología Historias de Japón —que por fin se ha publicado— con nuestro relato a cuatro manos «Cuatro estaciones». En dicho relato hay haikus de un autor japonés, Matsuo Bashô, y también otros escritos por nosotros.
O quizás el motivo principal sea que al amo y señor del blog, Eduardo, amante de la literatura del sol naciente, hay que tenerlo contento.
Y es que el haiku es hermoso. Leerlo y escribirlo. Su estructura. Agrada sin estridencias, desata la imaginación. Una tentación.
Suponemos que por este motivo autores como Jorge Luis Borges o Aurora Luque, por poner un par de ejemplos, los han escrito en alguna ocasión:
«Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido».
Jorge Luis Borges
«Contar la vida.
Había en el camino
moras y ortigas».
Aurora Luque
Pero vamos con la selección, reconociendo, por supuesto, la dificultad que conlleva nuestra recomendación, dada la numerosa bibliografía al respecto.
Hay tres libros que consideramos muy interesantes para todo aquel al que le guste este tipo de literatura. También para todo aquel que quiera entrar en este apasionante mundo minimalista.
«Haiku de las Cuatro estaciones», de Matsuo Bashô
Matsuo Bashô está considerado uno de los poetas más importantes de Japón. Y es el más traducido y difundido. Por su obra literaria y por su personalidad ejemplar: un modelo para poetas al convertir el haiku —convencional hasta entonces— en sutileza y sensibilidad. Su nombre real era Matsuo Kinsaku. No obstante, vivió durante un tiempo en una cabaña construida con ramas de banano —bashô—, y de aquí proviene su apodo.
Los poemas de Matsuo Bashô están impregnados de un profundo respeto y comprensión por todas las formas de vida, y rebosan de amor por la creación. Concebía la poesía como un camino vital, una búsqueda continua y discreta del significado basado en la observación y el sentimiento.
El libro es de Miraguano S.A. Ediciones. Tiene 91 páginas. Introducción y traducción de Francisco F. Villalba. Posee grabados del Maestro Zen Taisen Deshimaru.
Los haikus se despliegan en las páginas de manera amplia. Puedes encontrarte de dos a tres por página.
El libro se acompaña de un libreto, de Francisco F. Villalba, en el que nos habla del haiku y el lenguaje: «Lo que comunica en el haiku no es lo que se dice sino lo que no se dice».
«Por sendas de montaña», de Matsuo Basho
Avanzamos un poco más con este extraordinario autor.
En esta ocasión, con una edición de Alianza Editorial. 153 páginas. La selección, traducción y comentarios corren a cargo de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala.
Posee una sucinta introducción, en la que nos exponen cómo se ha realizado la selección de los setenta haikus que componen el libro. Una vez seleccionados, trabajaron en adecuar, de la mejor manera posible —lo que se refiere al apartado de la traducción—, el ritmo métrico de haiku (tres versos de 5-7-5 sílabas).
Hay un poema por página.
¿Por qué consideramos esta una recomendación?
Disponemos de los versos traducidos y en japonés. Pero la recomendación viene por los comentarios que acompañan a cada uno de los haikus. Nos da una visión muy interesante y que podemos contrastar con la nuestra. También aporta información muy útil a la hora de entender las motivaciones del autor.
«La semilla y el corazón». Antología de poesía japonesa
Imprescindible.
Nos encontramos con una cuidada edición de Alba Editorial. 469 páginas. Extraordinario prólogo de Juan F. Rivero.
El libro es bilingüe, con los ideogramas y el texto en su forma fonética, para puristas de la pronunciación. Y la presentación es muy bonita.
En una de las solapas se puede leer:
«Esta antología reúne, divididos según las etapas históricas más importantes, ciento ochenta poemas, entre los que se cuentan muchos de los más afamados de la literatura japonesa, desde sus orígenes entre los siglos VII y VIII hasta 1945.
La semilla y el corazón ofrece una puerta de acceso a una de las tradiciones líricas más ricas del mundo, en una edición bilingüe preparada por la traductora Teresa Herrero y el poeta Juan F. Rivero, quien, además de dar la forma final en castellano a los poemas, firma un amplio prólogo en el que se desglosan todas las claves necesarias para interpretar y apreciar unas creaciones tan complejas como sutiles y fascinantes».
La publicación cuenta, como decimos, con un amplio e inestimable prólogo, en el que se explica la trascendencia de los haikus y otras formas poéticas; también el valor de las traducciones para su difusión. La edición remarca la importancia de las mujeres en la escritura en japonés, en esta poesía del instante.
Una magnífica información para introducirnos en esta literatura popular y, por qué no decirlo, compleja.
El libro se divide en cinco partes, correspondientes a las cinco grandes etapas del desarrollo de la poesía japonesa. Incluye una cuidada selección de lecturas recomendadas para quien quiera profundizar.
Muchos de los poemas van acompañados de comentarios e información adicional sobre ellos, incluso del significado de algunas palabras: contar con un poeta es un plus excelente para aunar la traducción y la métrica.
Resulta un libro muy interesante para adentrarse en la poesía japonesa. Además del haiku, el lector encontrará otras formas poéticas, como, por ejemplo, el tanka (son cinco versos de 5-7-5-7-7 sílabas), o el chōka:(5-7-5-7-5-7-7 sílabas; puede hacerse todo lo largo que se quiera mientras termine en 5-7-7 sílabas).
Una antología que muestra un buen hacer, delicadeza y una enorme sensibilidad.
En resumen, tres libros muy interesantes para todo amante de la poesía en general y de la literatura japonesa en particular.
Para disfrutarlos con calma.