Hay muchos libros a los que he llegado a través de la pantalla, de sus adaptaciones cinematográficas.
No suele fallar: cuando una película me sorprende (lo que a estas alturas de la vida ya no es fácil) y, en consecuencia, indago sobre su autoría, descubro que, en la mayoría de las ocasiones, está basada en un libro. Otras veces el hallazgo es casual, ocurre sin investigación previa. ¿Ejemplos? Sin ir más lejos, algunos que se han reseñado en este blog, como “Ven y mira”, “Medianoche en el jardín del bien y del mal”, “Being there”, “Morfina”, “La llegada” o “El club de la lucha” (estas dos últimas reseñas son de Eduardo). Otros ejemplos, que no hemos reseñado aquí, serían “El coleccionista”, “La costa de los mosquitos”, “El imperio del sol” o “Life of Pi”, por poner algunos de una larga lista. He de destacar además que, también en muchos casos, como sugiere esta breve lista, los libros están a su vez basados en hechos verídicos. No hay nada más fascinante que la realidad: lo que puede pasar o ha pasado ya.
El libro que vengo a reseñar es otro ejemplo.
“Against the ice” es una película que vi recientemente en Netflix (en EE.UU; también está disponible en España). Me gustó y, dicho y hecho: cuando investigué un poco sobre su autoría, pues sí: está basada en un libro. Con el mismo título. En castellano se encuentra como Perdidos en el Ártico, está publicado por la Editorial El Viento y traducido por Blanca Ortiz (desconozco si del danés original o de la versión inglesa) en una edición de 2022 (por cierto: la película en Netflix España tiene el mismo título).
Against the ice es una obra autobiográfica escrita por el explorador y escritor danés Ejnar Mikkelsen. Narra un viaje que el autor realizó en compañía de su compatriota Iver P. Iversen por Groenlandia de 1910 a 1912. Más de dos años pasaron ambos solos en los hielos de este inhóspito territorio danés. El viaje no debía durar tanto, lo que ocurrió es que cuando regresaron al barco que los había llevado a Groenlandia, el Alabama, este había sido destruido por el hielo y sus tripulantes no estaban: habían sido recogidos por un barco ballenero. Es decir, que Ejnar e Iver quedaron atrapados en Groenlandia.
El objetivo del viaje era recuperar los cuerpos (si era posible), pero sobre todo los diarios, de tres miembros de una malograda expedición danesa que perdieron la vida en 1907 durante un viaje organizado para demostrar que el denominado “Canal de Peary” no existe en realidad. Este canal se suponía entonces que separaba la “Tierra de Peary”, al norte de Groenlandia, del resto del continente. De ser así, de existir, habría determinado que dicho territorio, una isla en tal caso, descubierto por el famoso explorador norteamericano Robert Peary, pasase automáticamente a ser posesión de EE.UU, y no pertenecería ya más a Dinamarca. He de decir que esta explicación, que es clara en la película, no lo es en el libro.
Bueno, de esto va la historia. Pero ¿qué nos cuenta el libro en realidad? Sin duda alguna una historia de supervivencia. Dos hombres solos y aislados, y de alguna manera, abandonados, en los hielos perpetuos de Groenlandia durante una cantidad de tiempo que parece imposible. El viaje, en la práctica 2,500 millas (unos 4.023 Km), bien es cierto que no lo iniciaron solos, sino acompañados de sus perros de trineo. Pero estos, poco a poco, fueron sucumbiendo al agotamiento y el hambre, o fueron, uno tras otro, sacrificados para servir de sustento a sus otros compañeros caninos y a sus dueños, hasta que no quedó ninguno con vida.
¿Qué hace esta historia de supervivencia diferente de las muchas otras que se pueden encontrar en la literatura? En primer lugar, su importancia histórica. Pero, sobre todo, la humanidad de sus dos protagonistas, algo que se evidencia en el libro. Mikkelsen consigue que el relato, que podría haber sido impersonal, meramente técnico o descriptivo, se transforme en una historia muy humana, algo que se ha sabido captar y plasmar a la perfección en la adaptación cinematográfica. Mikkelsen no escatima detalles a la hora de reflejar los sentimientos experimentados durante esos dos años de aislamiento en el infierno.
“It was a sad and sorrowful Christmas in every respect, and the only joy Iver and I could extract from it, was the thought that now at last the sun was on its way north again. Then we each ate a large helping of porridge and hoped that we might have a merry Christmas in our dreams.”
¿Cuáles son las dificultades a las que los dos protagonistas tuvieron que hacer frente? El frío extremo, por supuesto. Como persona sensible a esta sensación térmica me parecen admirables los aventureros que, en los tiempos de las exploraciones, se adentraron en los hielos eternos de Groenlandia, el Ártico o la Antártida. Qué ganas de sufrir, la verdad. Mikkelsen cuenta cómo a veces se les congelaban la nariz, las mejillas, los dedos, los pies…, con el dolor que esto implica, por supuesto. El hambre en segundo lugar. Hasta la desesperación. La falta de alimento suficiente con sus terribles consecuencias, como el escorbuto. Hay un pasaje a destacar en particular, en el que Mikkelsen cuenta cómo Iver le pidió que llevase por él su escopeta no fuera que cayera en la tentación de pegarle un tiro para disponer de sus raciones e incluso de su cuerpo para sobrevivir.
“Shoot? I looked at Iver, who was carrying the rifle, and a thought came into my head: ‘Tell me honestly, Iver: is it the rifle you are afraid of?’”
Y el agotamiento, si bien no puedo ponerlo en tercer lugar, porque es una dificultad constante que penetra todos los aspectos de la supervivencia: agotamiento por el frío, el hambre, la falta de contacto humano… En este sentido, y curiosamente, en un momento de la odisea en que los protagonistas tienen el frío y el hambre más o menos bajo control, la principal dificultad que tuvieron que afrontar fue la falta de mujeres. Y esto, a mí, que soy una mujer, me hace preguntarme qué hubiera pasado si la historia la hubieran protagonizado dos mujeres, en vez de dos hombres. Cómo habría estado contada. Cuáles habrían sido entonces las dificultades, más allá del frío, el hambre y el agotamiento. Me recuerda también un chiste que creo que cuentan en la película “Antes del anochecer”. A saber. Una mujer despierta en el hospital después de un terrible accidente en coche con su familia y lo primero que hace es preguntar por sus hijos, después por su marido y finalmente por su propio diagnóstico. El marido, por su parte, en otra cama del hospital, lo primero que hace al despertar es apartarse las sábanas para verificar que sus genitales siguen intactos. Como dicen por estas tierras: “It is funny because it is true”. Naturaleza humana.
¿Qué puedo criticarle a la novela? (Por contrato, Eduardo me obliga a incluir esta sección en cada reseña.) Bueno, si uno busca la biografía de Mikkelsen en Wikipedia, leerá que era, como ya he mencionado, explorador y escritor. Si uno revisa lo que escribió, encontrará que las obras no son muchas y casi todas son libros de exploración sobre sus propias aventuras. Nada que criticar aquí. Pero lo que vengo a decir es que no era realmente un escritor como tal. Y se nota. El libro, como he comentado, se lee con gusto, está en general bien escrito y transmite lo que el autor, entiendo, quería transmitir. Pero el ritmo de lo que se cuenta es bastante irregular y, en ocasiones, decepcionante. Hay que tener en cuenta que Mikkelsen describió el viaje casi cincuenta años después de vivirlo. Basado en los diarios que escribió mientras estaba allí. Parte de los cuales, además, se perdieron durante la odisea. En consecuencia, el lector tiene a veces la sensación de que falta texto, material, en algunos pasajes que parecen importantes, y que sobra en otros que no lo parecen. Contrasta en este sentido con otros libros de supervivencia escritos por periodistas o escritores profesionales que no vivieron las experiencias que narran, que las vieron desde fuera, como el lector, y por lo tanto pudieron darle un ritmo más adecuado, más literario, y quizá menos realista —quién sabe—, como, por ejemplo, La tormenta perfecta o En el corazón del mar (dos libros, por cierto, que recomiendo leer). O con libros escritos por escritores que sí las vivieron, pero que, precisamente por ser escritores de verdad, supieron plasmarlas con maestría. Un ejemplo en este sentido es Vamos o qué: recorriendo Pirineos sin saco de dormir, de E. E. Vázquez y S. M. Vega (otro libro que recomiendo encarecidamente). Es sin duda una curiosidad por qué Mikkelsen, que había plasmado en papel ya varias de sus andanzas, tardó tanto en escribir la que posiblemente sea la más importante. O quizá sea esta la razón: que le costó ponerla en el papel como quería porque era también la más penosa de plasmar.
Una carencia que le veo a la edición es un mapa adecuado del viaje para que el lector pueda ir haciéndose una idea de por dónde discurre la acción según va avanzando en la lectura. El libro incluye uno, pero es pequeño y poco detallado. Por otro lado, falta también información sobre cómo Mikkelsen y su compañero Iver, en un continente tan grande como Groenlandia, consiguieron dar con los cuerpos y los diarios de la expedición danesa que los precedió. El lector poco avezado en este tipo de aventuras deduce que las rutas accesibles eran pocas y bien conocidas. Pero estaría bien que quedara aclarado en el libro.
Como nota final, indicar que el final de Against the ice, precisamente por el tiempo transcurrido entre que se vivió y se escribió, es sorprendente y deja al lector con una sensación extraña, por la ironía que entraña.
“What is one to believe? You do not need to be hysterical or occupied with -isms to find yourself thinking on occasion that there is more between Heaven and earth than the exact sciences can explain or will admit. I find myself thinking, too, of that distant day in Calcutta roads, when an Indian foretold me a future in a land so white and desolate that he had never imagined anything like it. Up to 1912 that prophecy had been kept pretty well, and later it became truer than ever.”
Mikkelsen al final de su odisea.