DOS NOVELAS DE TERROR

Sabes lo que va a ocurrir y se te acelera el pulso.

El miedo es una sensación muy relativa. Salvo esos pocos miedos atávicos que compartimos los humanos, como el miedo a la oscuridad, el resto son casi casi personales. El miedo es libre. Unos le tienen miedo a los fantasmas, otros a los muertos, otros al Diablo… La lista quizá sea infinita. Yo soy bastante descreída, así que carezco de este tipo de miedos y a mí, el género de terror clásico, ya sea en el cine o en la literatura, me inspira muy poco. No voy a negar que la escena de la bañera de “El resplandor” me impresionó, pero tenía apenas ocho años cuando vi la película por primera vez. Tres años después vi “El exorcista” y creo que se me oyeron las carcajadas desde la calle. Esto no quiere decir que para mí no haya un género de terror, pero quizá el mío, como sin duda el de mucha otra gente, sea algo diferente al de la mayoría.

Como una película de terror recuerdo “Los extraños” (2008), porque nos muestra algo que puede ocurrir y que de hecho a veces pasa: que se te meta en casa alguien con la intención de asesinarte. Y otra parecida, en el sentido de que trata sobre gente con tendencias asesinas, psicópatas, y que me parece terrorífica, es “Henry, retrato de un asesino” (1986). Esta es una de las pocas películas que, una vez vista, me juré que no volvería a ver. No hay muchas, o al menos no muchas que no quiera volver a ver no por malas, sino por el terrible desasosiego que me generaron. Incluyo en este grupo “Corazones de hierro” (1989), una película sobre la guerra de Vietnam en la que un grupo de soldados estadounidenses secuestra, viola, tortura y asesina a sangre fría a una joven aldeana. De nuevo, lo que la hace terrorífica no es solo que nos muestre algo posible en tiempos de guerra, sino que ese algo ocurre y que, de hecho, ocurrió tal y como lo cuenta la cinta, aunque en la realidad los asesinos apenas cumplieron condena; la realidad, como siempre, supera a la ficción. Incluyo tambien “Ven y mira” (1985), una película sovietica que algunos consideran el mejor film sobre la Segunda Guerra Mundial (SGM) y otros uno de los mejores filmes de la historia. Por completo aterradora. No muestra la guerra como un conflicto de grandes y espectaculares batallas, y hechos heróicos, la muestra como sin duda es realmente: inhumana, cruel, sucia, injusta y terrible. Cuando la vi, como he dicho, me juré que no volería a verla. Pero descubrí casualmente hace poco que está basada en una novela y la curiosidad me pudo. La novela se titula Khatyn (ojo, no confundir este nombre con Katyn; Khatyn se pronuncia Jatyn) y está escrita por el bielorruso Alés Adamóvich. He de indicar que no ha sido aún traducida al castellano, que yo sepa, y la he leído en inglés. A pesar de que la traducción no es muy buena que digamos, la novela se lee bien, sin mucha dificultad, para alguien que tenga un nivel aceptable de inglés.

Khatyn nos habla sobre un tema poco conocido en Europa, incluso en la actualidad, con la Guerra Fría ya bien superada. A saber: que los nazis durante la SGM tenían como objetivo eliminar a los eslavos también, por considerarlos una raza inferior, como los judíos. Como siempre, esta no fue más que una excusa, lo que se vendió, pero la razón verdadera fue, para no variar, el cochino dinero: a los nazis les aterraba que el comunismo pudiera extenderse. La historia de siempre del siglo pasado.

En algunas zonas la limpieza fue más sistemática que en otras. En Bielorrusia, donde el movimiento partisano adquirió cierta fuerza, cualquier colaboración con los partisanos sirvió de excusa perfecta para, poco a poco, ir asesinando a la población civil. Se calcula que uno de cada cuatro bielorrusos murió durante la SGM a causa del conflicto. Una cuarta parte de la población. Los escuadrones de castigo, compuestos por nazis y colaboradores, iban de aldea en aldea masacrando a los civiles (ancianos, mujeres y niños, pues la mayoria de los hombres estaban en el frente) de las maneras más cruentas. A los que no disparaban directamente, los obligaban a entrar en grupo en algún granero comunal, donde los encerraban antes de prender fuego a la construcción. A los que intentaban escapar por las ventanas, los ametrallaban. Pero otras veces era peor: permitían salir a los adultos con tal de que dejaran a los niños dentro. Los niños, y solo los niños, fueron a veces el objetivo de estas masacres. En tales ocasiones, la mayoría de las madres también morían, porque se negaban a dejar a sus hijos, a sus pequeños, solos ante semejante destino. Todo esto ocurrió en Khatyn y en muchas otras aldeas de Bielorrusia. La pesadilla.

Precisamente esto es lo que nos cuenta en Khatyn un joven, casi aun un adolescente, que se une a los partisanos para luchar contra los alemanes invasores y sobrevive a uno de estos ataques. La novela es dura, porque su autor describe todas las situaciones de horror que se dan con un realismo casi insoportable, como si hubiera estado allí, como lo estuvo: Adamóvich fue partisano en Biolorrusia durante la SGM. He de decir que la novela se lee con una angustia vital continua. Afortunadamente, está algo suavizada por una historia de amor de fondo entre el protagonista y una joven que vive en el asentamiento partisano. Una historia de amor sovietica, sin romanticismo alguno pero muy tangible, entre dos adolescentes que viven en el infierno.

No puedo sino recomendar fervientemente esta novela. Por bien escrita, por interesante y porque la gente debe saber estas cosas, vaya, que son Historia. La novela incluye fragmentos de documentos oficiales reales relacionados con el genocidio, en particular informes de oficiales alemanes sobre sus campañas y transcripciones de entrevistas con supervivientes de la incursiones nazis. Sobrecogen ambos, los informes por la frialdad de sus autores, y las entrevistas porque los supervivientes describen cómo vieron a todos sus familiares morir pasto de las llamas, niños pequeños incluidos.

Algo negativo que mencionar. La traducción, como ya he indicado, no es muy buena; tampoco la edición. Pero no desmerecen la novela.

Escultura de «el hombre erguido», en el monumento a Khatyn.
Retrata a Yuzif Kaminsky, el único adulto que sobrevivió a la masacre, sosteniendo a su hijo muerto Adam.

Cuando la estaba leyendo, me picó la curiosidad e investigué un poco sobre el tema. Encontré este estudio en el que el fenómeno de Khatyn es analizado. Muy didáctico. Empieza indicando que Himmler calculó, así, a bote pronto, que la invasión de la Unión Sovietica -una región de una extensión enorme, imposible de controlar si no era por medio del terror-, supondría la muerte de unos treinta millones de eslavos. Ojo tenía el hombre para estos macabros números, no vamos a negárselo.

La segunda novela de terror que vengo a reseñar es Sonka, del polaco Ignacy Karpowicz. Esta novela fue publicada en castellano por la editorial Rayo Verde en el 2020 y desde entonces varias reseñas sobre ella han sido ya publicadas. Posiblemente cualquiera de estas, que pueden encontrarse en la red, sea más informativa que la que yo voy a dar aquí. Me voy a limitar de contar de qué va muy brevemete y a dar sobre ella mi opinión. Esto es un picoteo.

Sonka nos cuenta la historia de una mujer joven de una aldea en mitad de la nada en la frontera entre Polonia y Bielorrusia que durante la SGM tiene una relacion sexual con un oficial nazi. El drama esta servido. Diría que es una extraña mezcla entre “La hija de Ryan” y La familia de Pascual Duarte. Por un lado, trata un amor prohibido, y por otro, la absoluta miseria de la vida en los pueblos de antaño, sobre todo para las mujeres. La puesta en escena es algo inusual y, desde mi punto de vista, innecesaria o no bien llevada. La historia se la cuenta la propia Sonka a un dramaturgo que aparece en el pueblo en el que ella vive, de vacaciones, para inspirarse. Según Sonka va relatando su vida y milagros, nuestro protagonista va imaginando cómo pondría la historia en escena, y en algunos momentos vida y adaptación se entremezclan. Original, sin duda. En mi opinión el autor ha sido absurdamente precavido: podría haberle sacado mucho más jugo a esta idea. Y esto es todo lo negativo que puedo decir. El lenguaje, como la historia, es sencillo, sin adornos, tan solo los justos en algunos párrafos, que resultan poéticos y muy bellos. La novela engancha desde la primera página y se lee de un tirón. Muy recomendable, siempre que uno esté del ánimo adecuado para leer semejante drama.

Terminar diciendo que espero de todo corazón que ni nosotros ni nuestros hijos tengamos que vivir jamás en carne propia una guerra, el terror mas absoluto.

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