No negaré que me gusta leer relatos. Buenos a poder ser, por supuesto.
¿Y por qué no recomendarlos?
Quizá sea el momento adecuado.
Quizá porque tenemos en ciernes la publicación de una antología de relatos de ciencia ficción: esto motiva una barbaridad.
O quizá porque los escribimos, sin ir más lejos.
Comentado así, da la impresión de que los textos cortos consumen una parte considerable de mi tiempo: es una afirmación certera. Pero, de manera habitual, prefiero leer historias más extensas. Por eso alterno entre ambas opciones. A veces, incluso, las disfruto al mismo tiempo.
No es mi intención persuadir al lector sobre los beneficios de un buen relato corto. Ni voy a centrarme en particular en el literato que encabeza el titulo, con su último libro que he leído —me espero el comentario negativo del amo y señor del blog, Eduardo, por no centrarme en un único escritor—. La realidad es que aprovecharé la oportunidad para recomendar —también— a los otros dos escritores citados.
Todo a su tiempo.
Vamos primero con el libro El día de la liberación.
Unas pocas líneas sobre cada relato serán suficientes. No profundizaré demasiado para evitar revelar detalles importantes; serán comentarios «ligeros».
El día de la liberación, último libro de George Saunders, está editado por Seix Barral. La traducción es de Javier Calvo y tiene una extensión de 337 páginas. La cubierta…, mmmh, es de Planeta Arte & Diseño y, en fin, no tiene mucho que ver con los relatos —nueve en total— que incluye el libro. Tampoco es una obligación que tenga relación.
Para quien no conozca a George Saunders y no le apetezca entrar en el enlace suministrado, decir que es un escritor muy premiado y apreciado. Es profesor de escritura creativa. Cierto que se le conoce por sus relatos cortos, pero también ha escrito novelas, ensayos y libros para niños. Le gusta mezclar lo trágico con lo cómico, también criticar la sociedad moderna, algo palpable en los relatos de El día de la liberación.
¿Qué encontramos en este libro?
Pues lo que acabamos de comentar y mucho más: abundante burla social, la cotidianidad llevada a la ficción distópica, el ser humano tratado como mercancía; hipótesis que cambian con facilidad y que sorprenden de manera constante. Son relatos de calidad, que no es poco.
George Saunders empieza con una fijación por el pasado. El primer relato, que da título al libro, El día de la liberación, mezcla una obra de teatro con la historia de los Estados Unidos. Pero en un contexto de ciencia ficción. Conexiones a cerebros que proporcionan la información histórica necesaria para el divertimento de terceros. Un miembro de la familia lo ve inmoral.
«¿Dónde está Custer?, Hablamos o Cantamos. Los Hablantes lo preguntamos usando toda una gama de acentos americanos que ha proporcionado el Módulo».
Le sigue La madre de las decisiones drásticas. Una madre que quiere escribir. Un magnifico relato en el que nos encontramos mezcladas la realidad —cotidianidad absoluta— con la ficción, es decir, lo que vive la protagonista con lo que quiere escribir. Una deliciosa paranoia. Y no adelantaré si logra escribir alguna línea, eh, que todos sabemos lo que es procrastinar.
«Mejor vosotros que nosotros, pensaban.
“La casa que de pronto se vio condenada al ostracismo”».
El tercero, Carta de amor, es una historia de un abuelo y su nieto contada mediante una carta. Una situación social criticada/cuestionada porque parece haber tocado fondo. Todo resulta banal hasta que llega la sorpresa.
«Todas esas otras cosas de que hablábamos solo son reales en la medida en que interfieren con estos momentos».
Una situación en el curro es el cuarto relato. Es el que más me ha gustado. Las reflexiones interiores y las opiniones sobre los distintos compañeros. Quien trabaje en una oficina, por la «deformación profesional», va a disfrutar aún más. La verdad es que daba para mucho, se hace corto. Tenemos crítica social mezclada con infidelidades; puñaladas; estatus; jornadas de trabajo y su productividad; sin olvidar, por supuesto, un «pequeño» hurto.
«Costaba creer que aquel mequetrefe fuera el “jefe” de alguien».
Gorrión. El quinto es un relato muy corto. Desánimo por lo que representa: el quiero y no puedo. El conformismo en un comercio familiar de proximidad. Y un amor.
«Daba la impresión de ir dando saltitos de un lado a otro. También era dada a decir cosas completamente predecibles».
El sexto relato se titula Gul. Se me ha hecho bola al principio. Hay que tener en cuenta que a George Saunders le encanta «marearte» y dejarte parado sin saber hacia dónde vas. Un relato en el que los individuos no tienen identidad, o al menos no tal y como la conocemos. Una historia orwelliana, de falta de intimidad e identidades manipuladas.
«Aunque sé que Gwen está diciendo la verdad, lo está diciendo tan nerviosa que incluso yo dudo de ella».
El día de la madre es el séptimo relato. Menudas familias. Así descritas dan miedo. De nuevo aparecen varios puntos de vista ante una situación. Y aquí con una persona en común (no puedo contar más). Es un gran relato, crudo, duro. Con rencor. Con una situación inesperada. Y, como nexo, lo poco que queda de felicidad en una vida cuando recapacitas y no quieres perder detalle ni olvidar los buenos momentos.
«¿Quién había triunfado? ¿Quién era feliz? ¿Quién era feliz ahora?».
Vamos con el penúltimo, con Elliot Spencer. El número ocho. Lo primero que piensas es que la edición tiene un error de maquetación por la disposición de las palabras y las frases. Tal es así que verificas la siguiente página para comprobar que está igual: es un relato extraño hasta que comprobamos —oh, sorpresa— lo que están haciendo con los individuos, en particular con los indigentes: borrarles la memoria y utilizarlos a nivel político, en manifestaciones. Por boca de los recuerdos vemos sus miedos y sus anhelos. El texto representa la forma de hablar. Muy buen relato.
«Hemos practicado vociferar?, dice Jer.
Hace un ruido brusco y fuerte.
Ahora tú, dice Jer.
Vocifero».
Y terminamos con Mi casa. Otro relato mínimo. Una extraña proposición para la compra/venta de una casa y las conclusiones ante decisiones aplazadas.
«El lugar tenía aire de casa solariega y estaba en lo alto de una colina con vistas a la pintoresca aldea».
Un libro recomendable para amantes de historias que no se cierran del todo, para rumiar problemas —como si no tuviésemos ya bastante viendo cómo está el mundo— y comprobar las enormes diferencias sociales. La mayoría están llenos de desencanto y tristeza.
No son relatos de fácil lectura, lineales, de los que desde el inicio te haces con la historia. Dado que George Saunders tiene capacidad para sorprendernos, hay que leerlos con calma.
¿Recomendaría el libro? Sí, pero junto con otros. Más bien después de otros. Y es aquí donde aprovecho para recomendar dos autores.
No me extenderé, aunque ambos dan para mucho. Que luego el amo y señor del blog, Eduardo, dice que debería hacer reseñas cortas, o para cada autor —repito el comentario por lo que se me viene encima—. El lector tal vez ya no me vea por aquí por un tiempo: es lo que tiene que me castiguen.
¿No has leído a Antón Chéjov? Cualquier amante de la literatura y, también, de los relatos, debería disfrutar en algún momento de sus cuentos. No es cuestión de entrar en sesudas polémicas de que son clásicos imprescindibles y debates por el estilo. Son relatos para disfrutar. Y lo consigue.
Si bien el libro de Alianza Editorial se titula Los mejores cuentos, considero que peca de una cierta soberbia, ya que, dada la amplitud de su obra, es difícil llegar a un consenso sobre cuáles son los mejores. No obstante, la selección de los diecisiete relatos es bastante acertada.
Antón Chéjov escribió más de 500 relatos, la mayoría inspirados en la vida cotidiana, en la que los lectores pueden verse identificados.
«Cualquier conversación, aunque tratara del tiempo, la convertía sin falta en una disputa. La dominaba una extraña obsesión, la de coger las palabras a los demás, echarles en cara sus contradicciones y buscar reparos a cada frase».
Del relato El profesor de lengua.
Chéjov era médico y contrajo tuberculosis atendiendo a sus pacientes. Esta enfermedad le llevó a la muerte y marcó su manera de ver la vida, debido a lo frágil que es, un tema que se refleja en sus textos, que a menudo parecen inacabados, llenos de cambios y transformaciones, tal vez reflejando su propia existencia. Porque la vida está llena de cortes y saltos.
El libro tiene 419 páginas y su segunda edición es de 2022. La traducción es de Ricardo San Vicente (que realiza la presentación) y de Juan López-Morillas para los relatos Enemigos y El obispo. El diseño de la cubierta es de Elsa Suárez Girard.
Y ahora llega el tercero de los libros, pero que recomendaría como primera opción: Todos los cuentos, de Raymond Carver. También incluiría, por supuesto, aunque no sean relatos, Todos nosotros, poesía completa, del mismo autor.
Todos los cuentos está editado por Anagrama. Tengo la sexta edición, de julio de 2022. Antes había leído sus textos en otras publicaciones. Son varios los traductores, dependiendo de los relatos: Jesús Zulaika y Benito Gómez Ibáñez. La ilustración de la cubierta es de Daniel Burch Caballé. Tiene 712 páginas. El epílogo es de Tess Gallagher, su esposa, que también escribe una introducción en el libro de poemas. Tenemos la oportunidad en este formato, denominado Compendium, de leer todos los relatos de este gran escritor.
Una introducción hubiese estado bien para redondear esta completa edición.
Raymond Carver, que también está incluido dentro de los autores representantes del realismo sucio, era alcohólico y dotaba a algunos de sus personajes de los efectos de su adicción/enfermedad. Carver permaneció sobrio los últimos diez años de su vida. Murió joven, a los 50 años. Para poder escribir tuvo que trabajar en multitud de trabajos; no pudo vivir de la escritura hasta casi al final.
«Naturalmente no hubo fiesta de cumpleaños. El chico del cumpleaños estaba en el hospital y su madre permanecía a la cabecera de su cama».
Del relato El baño.
En sus relatos se encuentra el ciudadano habitual, personas corrientes, a los que Carver desnudaba y exponía sus miserias: los problemas de pareja, la juventud perdida, los divorcios, la custodia de los hijos…; sus relatos son una crónica de la realidad, en la que abunda la tragedia.
Lo recomiendo para todo lector interesado en buenos relatos.
Aunque si bien se le conoce por su faceta de escritor de relatos, no menos lo es por ser poeta. Y así se lo dijo a su esposa, Tess Gallagher, para que fuese lo primero que quedase escrito en su lápida, después de su nombre y la fecha de nacimiento y muerte: «Poeta, escritor de cuentos, ensayista». De hecho, fue un poemario lo primero que escribió en su vida y también lo último en lo que trabajó hasta el día de su muerte.
Todos nosotros, poesía completa. El libro está publicado por Anagrama, la traducción es de Jaime Priede. Es una primera edición de 2019. Tiene 648 páginas. La ilustración de la cubierta es cortesía del Rijkmuseum, Amsterdam. La introducción es de Tess Gallagher, y también la compilación de los poemas. La Nota a la edición española, es de Jaime Priede. Es una edición bilingüe.
En esta colección de poemas podemos entrever su observación por la vida durante todo el tiempo en el que escribió. Carver intenta mostrarte todo aquello —es un gran observador— que te pasó por alto, una aclaración/advertencia nueva ante una misma situación. Te la muestra para qué digas: vaya, es verdad, esto lo he vivido.
Y es que sus poemas son historias, «relatos comprimidos». Una vida contada en versos. La suya.
Escribe Tess Gallagher en la introducción: «Por ello, este libro es para mí el rastro de un viaje en el que importa tanto el principio como el final».
UNA HABITACIÓN PEQUEÑA
Un buen ajuste de cuentas.
Palabras arrojadas como piedras contra las ventanas.
Ella grita y grita, como el ángel del Juicio Final.
De repente sale el sol y le da forma
al cielo de la mañana.
En el silencio repentino, la pequeña habitación
resulta extrañamente vacía mientras él le seca las lágrimas.
Se parece a todas las demás habitaciones pequeñas de la tierra
en las que la luz encuentra dificultades para entrar.
Habitaciones en las que la gente se grita y se hiere.
Y luego siente pena, y soledad.
Incertidumbre. La necesidad de amparo.
En definitiva, una recomendación de varios autores que escriben relatos para terminar incidiendo en los poemas de Raymond Carver.
No negaré que me gusta leer relatos y poesía.
Hay que leer poesía.