Las despedidas, de Jacobo Bergareche —Libros del Asteroide; tercera reimpresión del 2024; 168 páginas—, es un linimento —porque perdura un tiempo— que te arranca alguna que otra sonrisa y te deja lapsos llenos de emoción.
Compré este libro en Sant Jordi 2024. Suelo revisar los horarios de las firmas de escritores que no son muy populares —para mí, claro— y echar un vistazo a sus obras. No había leído nada del autor, si bien su anterior novela, Los días perfectos, se anunciaba como una obra que obtuvo una gran acogida y fue traducida a varios idiomas.
Las despedidas estaba desde abril en la estantería de lecturas pendientes. Pensé que, debido a mi reticencia a los libros premiados y de éxito —en especial tras varios textos recientes de autores consagrados cuyas obras no me han convencido del todo—, dudaba en sacarlo de la considerable pila existente.
Hace una semana decidí leerlo. Y lo he terminado en un par de tardes. Porque, aunque corto, el libro es muy intenso y está muy bien escrito.
El argumento, sencillo, nos va enganchando: Diego y Claudia están a punto de celebrar una fiesta por la inauguración de su nueva casa en Menorca. Él, en una terraza, reconoce a una mujer con la que coincidió en EEUU, diecisiete años atrás, en un festival. Vivieron una semana maravillosa, llena de cariño, sexo, música y drogas —la consabida consigna sex & drugs & rock & roll, que diría Ian Dury, cantante y actor inglés—; y, además, le ayudó a superar una pérdida de la que se sentía culpable. En cierta manera, dicho trauma fue la causa del viaje. Y se lo pasó genial el tío.
Aunque Diego pretende saludarla, no quiere que su familia esté al corriente de su existencia. ¿Por qué? Porque las respuestas le llevarían a reconocer que fue infiel a su esposa. Y es que, además, no sabe su nombre. Sí, sí, no lo sabe porque fue parte de un trato: había quedado con esa mujer excepcional, su verdadero amor, en no decirse sus nombres ni volver a verse jamás.
«[…] jamás volvió a hablar de ella con nadie, con el tiempo incluso logró no hablar de ella consigo mismo».
La historia se desarrolla en los pensamientos/reflexiones de Diego, alguien que ha logrado triunfar en la vida y que, desde el exterior, parece tenerlo todo. Sin embargo, este encuentro le plantea que, a veces, lo que poseemos no es lo que en realidad deseamos. Que podemos hallarnos faltos de motivaciones. Ains, las crisis.
Son numerosos «monólogos» interiores que nos recuerda lo que pasó y cómo el protagonista quiere evitar dar explicaciones —por si genera sospechas— a su familia y conocidos para poder ir a verla. Descubrimos una interesante mezcla de humor y ternura, de excusas y medias verdades ante la búsqueda que Diego emprende para averiguar la realidad sobre dicha mujer. La información que nos va aportando Bergareche está dosificada, y avanzamos en la lectura queriendo saber más.
Claro que puedo ponerle algunos «peros» a la novela. Si tuviera que mencionar algunos, diría que, en un punto, la trama se vuelve algo predecible. La historia se detiene demasiado en el rol de la mediana edad, exagerando las diferencias entre los dos miembros del matrimonio, el tedio de la vida en común y, en ciertos momentos, situándolos en polos opuestos. Tiene algunos incisos algo moralistas. También en comparar la juventud, ese «divino tesoro», con el estatus acomodado que ostenta el protagonista y que puede resultar excesivo. No obstante, esto no quita que los personajes estén bien definidos y que te acompañen incluso después de terminar el libro. La historia invita a reflexionar sobre la forma en que vivimos y lo que implica amar a alguien. Sobre cómo ese sentimiento perdura, inamovible, a través del tiempo. Sobre lo que significa reencontrase y las responsabilidades asumidas presentes y las que se plantean para el futuro. Porque Diego logra ver a su amante de nuevo, por supuesto, y hasta aquí puedo contar.
«Olió su pelo, su cuerpo, y entonces sí, allí fue ella otra vez, y todos los abrazos que ella le había dado acudieron a ese instante, y se acordó del último, cuando se despidieron pensando que jamás se volverían a ver».
Una novela que se lee con agrado. Escrita con una prosa elegante, intensa y detallada. Es el primer libro que descubro del autor y no descarto adquirir su obra anterior.
Las despedidas discurre, de puntillas, sobre lo que suponen las decisiones y el respeto hacia ellas; el desgaste de las relaciones, el amor y la conexión con las personas que han marcado nuestras vidas, así como hermosos momentos vividos en los que habríamos deseado permanecer para siempre.
Obra recomendable.
«Las despedidas tienen que ser cortas, las bienvenidas largas».
No puedo dejar de mostrar la dedicatoria del autor debido a su carácter enigmático. Señalo que su significado se revela en el transcurso de la obra.