Por Eduardo Enjuto Vázquez y Libertad García-Villada
El niño corría por la orilla de la playa a todo lo que le daban las piernas. Estaba tan excitado que de buena gana gritaría a pulmón pelado. No podía creerse su suerte: había encontrado entre las rocas una botella con un mensaje dentro. Lo había visto en las películas y leído en los cuentos: un mensaje de este tipo siempre conducía, de una manera u otra, a una desconocida isla con náufrago y, a veces, con suerte, cofre del tesoro incluido. ¡Un cofre del tesoro!
Había intentado abrirla con todas sus fuerzas, pero como el tapón, con la humedad, se había expandido, no había conseguido sacarlo. Se la llevaba a su padre, convencido de que él sí lograría descorcharla. Entró a todo correr en la casa en que pasaba en familia ese verano las vacaciones. Encontró a sus padres en la cocina; su madre recogía el desayuno y su padre leía el periódico todavía sentado a la mesa.
―¡Papá, papá! ¡Mira lo que he encontrado! ―dijo el crío mostrando su trofeo con orgullo.
Su padre levantó la vista del periódico y, molesto por la interrupción, miró con cara de pocos amigos la botella.
―Una botella roñosa. Los vidrios van al cubo verde, ya lo sabes ―dijo volviendo la atención a las noticias.
―No, papá, no es basura. Tiene un mensaje dentro. ¡Mira! ―insistió el niño plantándole en la cara la botella a su padre.
Soltando un suspiro de paciencia, el hombre dejó el periódico sobre la mesa y cogió la botella. Se ajustó las gafas sobre la nariz para verla mejor. Lo cierto era que la botella era rara. De vidrio grueso, color humo, cuello corto, hombros y cuerpo anchos, y base plana. No se parecía a ninguna botella que hubiera visto antes. Carecía de etiqueta (sin duda el mar se la había arrebatado en algún momento), pero la fecha de producción, que estaba labrada en el vidrio, permanecía y era clara: 2020.
―Qué extraño ―musitó.
―¿Qué pasa? ―preguntó el niño con ansiedad.
―El año de producción es el que viene, el 2020.
Al niño se le abrió la boca de la sorpresa.
―¡Ha viajado en el tiempo!¡Trae un mensaje del futuro!
El padre agitó la cabeza.
―No digas tonterías. Sin duda es un error de fábrica.
Agitó la botella. Algo se movió dentro. La puso al trasluz. En el interior parecía haber, efectivamente, un trozo de papel. Pero debido a la condensación y el color oscuro del vidrio, era imposible asegurarlo. Agarró el extremo de corcho que sobresalía e intentó sacarlo. No cedió. Lo intentó de nuevo con todas sus fuerzas. Ni un milímetro se movió.
―¡Me cago en…!
―Esto ―lo interrumpió su mujer tendiéndole el sacacorchos.
Él la miró furibundo, pero aceptó el instrumento sin rechistar. El corcho se rompió cuatro veces antes de que consiguiera sacarlo del todo. Miró adentro de la botella. Había lo que parecía ser un trozo de papel azul y blanco. La agitó boca abajo, pero el papel no salió. Lo intentó de nuevo. Nada.
―Vas a necesitar unas pinzas ―le dijo su mujer, que lo observaba apoyada en el fregadero con los brazos cruzados y una sonrisa de suficiencia.
―¿Acaso tenemos aquí?
―¡Claro! No salgo de casa nunca sin ellas. Voy a buscarlas ―dijo ella.
Minutos después estaban los tres sentados a la mesa de la cocina, madre e hijo observando al padre bregar con las pinzas para sacar el contenido de la botella, que con la condensación interna se pegaba de continuo a las paredes, haciendo su extracción difícil.
―La madre de … ―mascullaba el hombre cada vez que fallaba.
Tras unos tensos minutos por fin consiguió sacar lo embotellado. Con cuidado lo extendió sobre la mesa. Los tres lo contemplaron unos instantes y después se miraron unos a otros perplejos. Sin saber por qué, sintieron un escalofrío de miedo. Porque lo que contenía la botella no era un trozo de papel, sino una mascarilla quirúrgica.
#historiasdeviajes
Me ha encantado. ¡Enhorabuena y suerte en el concurso!
Muchas gracias! 🙂 A ver qué tal se nos da.
Gracias por leernos.
Un saludo.
Libertad, te he leído en varios de tus relatos para Zenda y aparte de lo bien escritos que están siempre, me encantan tus finales, tan sorprendentes. Un placer leerte.
Yo también participo en el concurso de Zenda (justo delante de ti), pero con un estilo un tanto distinto. Suerte.
https://elpedrete2.blogspot.com/2020/07/zenda-carretera-y-manta.html
Muchas gracias, Pedro. Mis relatos gustan, pero nunca gano ninguna competición 🙁
Tu relato también está muy bien. Es una historia real? Lo pregunto porque lo parece.
Muchas suerte a ti también.
Saludo,
L.
Que bueno, jjijiji
Me alegra que te guste 🙂
Me encanta el relato Maria y además los leo con mucha atención y expectación.
Muchas gracias, Marisa.
Un abrazo 🙂