Voy a comentar un relato.
Sí, las reseñas se suelen hacer de libros y no de relatos pero, en fin, a veces un texto hace saltar las alarmas dentro de tu cabeza, y hay que hacerlas caso. Algo así me ha sucedido con este relato de Ursula K. Le Guin: lo leí, hablé de él y, según pasan los días, me parece más y más interesante.
Voy a comentar el relato, así que habrá spoilers. No obstante, lo que importa de este relato no es un sorprendente giro argumental ni nada parecido, así que no pasa nada si me lees primero a mí y luego el relato. Pero quedas avisado.
Una escritora siempre me gusta más cuando tiene un gato entre sus brazos.
“LOS QUE SE MARCHAN DE OMELAS” de Ursula K. Le Guin (1973)
O “cómo dar una patada en el culo a todo un sistema de valores sin que te des cuenta”
Es un relato raro. Y Corto. Y un buen ejemplo de cómo las normas que funcionan en relatos no sirven para las novelas, y al revés. No hay apenas historia, el relato es más un escenario que a su vez se basa en una idea, y a nivel de trama no tiene mucho donde rascar. El relato describe la ciudad de Omelas y a sus gentes, y explica por qué la ciudad funciona como lo hace. En ese sentido se queda muy flojo. Pero eso no es un problema porque, como decimos, un relato no tiene por qué contar una historia.
Disclaimer: esto sólo funciona si eres un genio y/o has escrito muchos relatos. Si yo, por ejemplo, escribo un relato sin una trama sólida, el resultado es un texto aburrido y prescindible. Soy así de realista.
La idea es interesante. No es original, como explica en la introducción del artículo que he enlazado, pero la autora ha sabido ponerle palabras y hacerla interesante, que es lo que cuenta. Es una de esas ideas que te asalta cuando estás con los amigos, cae la tercera copa y empiezas a pensar más de la cuenta y a seguir razonamientos retorcidos.
Entonces, si no hay una gran trama detrás y la idea no es original, ¿qué es lo que hace impactante, grande y sólido a este relato? El estilo, por supuesto, el estilo depurado, cuidado, preciso y hermosísimo de Ursula K. Le Guin que se deja ver en los pequeños detalles: el narrador dirigiéndose al lector como si fuera un espectador en presente, la celebración de las fiestas y las carreras, la descripción de la ciudad y de la felicidad, y unas reflexiones extrañas y llenas de significado que se introducen en la narración de la forma más inocente… Este relato no se puede digerir de una sola vez y, si lo lees por encima y sin saborearlo, te pierdes muchos matices.
Hay alguna que otra versión narrada (y acortada) del relato. También hay versiones en audiolibro. He elegido este vídeo porque me gusta la voz, pero es una versión muy resumida del relato.
Bueno. ¿Y qué es lo que hace especial a esta ciudad? Como descubrimos según avanza la descripción, la felicidad y el bienestar de la población de Omelas requiere el sufrimiento de un individuo, atención al detalle, un sufrimiento injusto, innecesario y aceptado libremente por sus habitantes. Y aquí aparece una de las puñaladas al lector.
Cambiar toda la bondad y alegría de Omelas por esa simple y mínima mejora: rechazar la felicidad de miles de personas por la posibilidad de la felicidad de uno solo: esto sería, por supuesto, dejar que la culpa atravesara las murallas.
Porque lo interesante de este escenario no es cómo vive la gente, sino que la gente, para poder vivir bien, felices y prósperos, deben conocerlo todo, deben saber de la existencia del sufrimiento y comprender que su felicidad depende de que decidan mantener ese sufrimiento. Porque, conociendo esa verdad, los habitantes de Omelas deben hacer su elección. Esa diferencia es lo que hace de este relato algo tan terrible.
Por cierto: nadie hace nada por impedirlo.
Ahora, después de fijarte en ello, después de descubrir que la felicidad de la gente de Omelas depende de que tomen la decisión de aceptar el trato y todo lo que ello implica, después de eso, piensa en esta frase:
¿Creen ahora en ellos? ¿No les parecen mucho más reales?
y entonces comprendes lo duro, terrible y desesperado que es el mensaje de este relato.
El texto finaliza con un rayo de esperanza: no todo el mundo se comporta del mismo modo. Los que toman otra decisión, y ojo, que aquí la autora no se posiciona sobre cuál es la decisión correcta, los que abandonan la ciudad y se adentran en la oscuridad (otro detalle importante), son los que le dan título al relato. No es la ciudad, no es el trato, no son sus felices habitantes. Son los otros, los que se marchan, los que no desvían la mirada, los auténticos protagonistas. Ellos, los que parece que saben muy bien a dónde van cuando deciden abandonar la ciudad, los que han visto la verdad y, después de una suerte de Bodhicitta, han tomado su decisión.
Porque respecto a los que se quedan…
No eran gentes simples, aunque fueran felices.
Y esto lo suelta la autora así, como si nada. Por si quedaba alguna duda.
Es un relato impactante no por la idea que cuenta, sino por los detalles. Cualquier persona que ha tomado una decisión consciente de no apartar la mirada sobre algo que considera injusto, cualquier persona que se ha marchado de Omelas, conoce esa idea y esa sensación de “adentrarse en la oscuridad” y en la soledad de saberse excluido de la idea general del mundo. Pero esos pequeños detalles, esas reflexiones sencillas, directas y terriblemente duras sobre las que pasamos casi sin darnos cuenta al leer la descripción de la ciudad, dejarán una pequeña duda en nuestra mente, y quizá, un tiempo más tarde, miraremos a la cara al horror que sustenta nuestra felicidad y tomaremos la decisión de abandonar la ciudad.
O no. Pero, al menos, será nuestra decisión.
Conocí a la autora gracias a los impresionantes libros El nombre del mundo es bosque y La mano izquierda de la oscuridad.
Úrsula K. Le Guin falleció el 22 de enero del 2018.
Larga vida a Úrsula K. Le Guin