“Escribiendo un libro” es una serie de entradas que analizan las decisiones que voy tomando a la hora de escribir un libro. Es decir, me he puesto a escribir de nuevo, y te cuento el making-off antes de que veas el resultado. A eso se le llama tener mucha cara. Lo sé.
Tipos de narrador hay unos cuantos, y mil páginas donde consultar las características de cada uno de ellos, así que yo no voy a repetirme. Vamos a enumerarlos así por encima y ya.
Narrador en primera persona. Es el narrador pesado. Te cuenta las cosas que le pasan, por lo que el escritor no puede darle al lector más información que la que conoce el personaje principal. Es decir, nada de escenas en las que el asesino se acerca por detrás mientras el protagonista está a otra cosa, ni anticipaciones, ni diferentes puntos de vista.
A mí me resulta aburrido escribir en primera persona. Me parece que de ese modo limito mucho el desarrollo del personaje; prefiero que el lector imagine lo que piensa o siente un personaje a través de sus actos que a través de sus pensamientos. No he explorado, lo admito, el “narrador-testigo”, es decir, cuando el narrador es el chivato que cuenta lo que les sucede a los demás, pero… No se me ha planteado la ocasión.
Narrador en segunda persona: Dejando a un lado algún que otro caso de narración en primera persona enmascarada, así en plan “te cuento mi vida pero, como te la cuento a ti, parece que uso la segunda persona”, casi nadie hemos leído nada en segunda persona más allá de los libros de “elije tu propia aventura”, así que vamos a dejarlo, que me pongo nostálgico.
Narrador en tercera persona: ¡Ja! ¡Aquí hay de todo! Omnisciente, observador… También puedes darle al narrador el toque emocional del personaje (estilo libre indirecto), con tonterías como “el muy cobarde echó a correr”.
Me vale. Además, para los escritores que tendemos a la reflexión, resulta interesante porque nos resulta más difícil perdernos en detalles, no podemos hablar desde dentro de los personajes con tanta facilidad como en primera persona, y eso nos obliga a escribir con un estilo más ágil, más llevadero.
Narrador en cuarta persona: Algún día desarrollaré este estilo, pero requiere instalarse en el cerebro un chip que recree una singularidad. Los alienígenas me han asegurado que en breve todos tendremos uno.
Decidido entonces; la narración será del tipo
Lidia miró al abismo, pero como el abismo estaba ocupado en otras cosas, no se enteró, ni le devolvió la mirada ni nada parecido. Así que Lidia, a pesar de que se preparaba para enfrentarse a su peor pesadilla, no dudó en ningún momento.