Comprando un regalo que me encontré en la calle

Hace unos días, mientras me dirigía a mi coche, un chico que arrastraba una maleta con ruedas me paró por la calle y me dijo una frase que no entendí. Estaba dándome la vuelta para marcharme cuando vi que en su mano tenía un libro. “Soy el ilustrador”, me dijo.

Decidí dedicarle toda mi atención.

Terry ya le ha dado el primer bocado (literal) al libro, y parece que le gusta.

Algo me llamó la atención. ¿La portada? Está bien, se da un aire a cómic de Creepy, esa revista de historias de terror de principios de los 80. ¿Quizá el título? Bien, los Shinigami se consideran dioses de la muerte, espíritus que inducen a las personas a morir, algo así como una resaca de fin de año o los titulares de Ok Diario.

¿Te suena un manga/anime llamado Death Note? Cuenta la historia de un chico que se encuentra un libro especial: cuando anota en él un nombre, la persona muere. El libro pertenece a un Shinigami y… En fin, la historia es compleja, pero entenderás por qué me llamó la atención el título.

Estuvimos charlando un rato. El autor del libro, Frank Peñas, y el ilustrador, Javier Monja, se han liado la manta a la cabeza y han fundado la editorial T-Raptor, algo muy complicado y muy valiente, teniendo en cuenta cómo funciona el mercado hoy día.

La venta directa es complicada, pero hay casos en los que funciona muy bien. El bolígrafo de gel verde es un buen ejemplo, aunque seguro que muchos otros libros no llegan a conocerse nunca. Se precisa calidad, trabajo duro y suerte, y si falla uno de esos tres pilares no hay nada que hacer.

Compré el libro. 20€. No es barato, porque un autor desconocido no puede venderse al mismo precio que un best-seller, pero la edición es muy buena y, bajo ese baremo, está muy bien de precio. Tapa dura como las piedras. Veremos qué tal aguanta mi desastrosa forma de tratar los libros.

Escribiré una reseña cuando lo lea. Llevo meses sin tiempo para escribir ni para leer (más o menos) así que tardaré un poco. De momento ha sido un buen regalo, no sólo por la ilusión que hace comprar un libro, sino por conocer la editorial de esta forma tan peculiar. ¡Si el autor es tan bueno escribiendo como el ilustrador vendiendo, será un gran libro!

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