Atrapados por la Lengua: 50 casos resueltos por la lingüística forense (por Sheila Queralt)

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Este libro no es una novela: es una serie de televisión. O debería serlo.

Todos conocemos series en las que un profesional más bien desubicado colabora con la policía para resolver crímenes: forenses, antropólogos, psicólogos, ¿demonios? y, en el colmo de la ficción especulativa, escritores millonarios. Entonces, ¿por qué no hacer lo mismo con lingüistas?

Se puede hacer. Existe una especialización de esa profesión que consiste en resolver crímenes a través del lenguaje usado por los perpetradores. Bienvenido a «la interfaz entre la lengua y el derecho»: la lingüística forense.

Igual que un fragmento minúsculo de piel en una uña de la víctima puede delatar a un asesino, la construcción de una oración, la utilización de un vocablo o un determinado acento puede ser la perdición de un criminal, la prueba sobre la que cimentar una acusación.

Manuel Marlaska, en el prólogo del libro

Este libro es una recopilación de casos en los que esta disciplina ha resultado crucial en la resolución de un crimen. Por eso alguien debería escribir una serie de novelas protagonizadas por un lingüista que colabora con la policía, que más tarde sería adaptada a la televisión entre airados mensajes de fans que se quejarían de que los actores no se parecen a los personajes de los libros. Pero esa es otra serie.

He puesto una imagen de la segunda edición para que veas que esto vende.

La lingüística forense nació hace cuatro días, como quien dice. Según cuenta Mercedes Ramírez Salado en Antecedentes de la lingüística forense, todo comenzó en 1949, cuando Timothy John Evans confesó haber asesinado a su mujer. Este hombre fue condenado y ejecutado por asesinato, pero años más tarde se descubrió que las cartas en las que confesaba su crimen no habían sido escritas por él. Vamos, que se habría podido salvar si un lingüista hubiera analizado esos textos. De todos modos, el término no se acuñó hasta 1968 y la disciplina no cobró fuerza hasta los años noventa.

Y está el caso del Mad Bomber, claro, y la serie Unabomber. De todo esto habla Sheila Queralt en Atrapados por la lengua, realizando un viaje a través de cincuenta de sus casos más interesantes, mediáticos o curiosos, al tiempo que nos explica los detalles de su profesión de forma amena y divertida.

Al lío.

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Por qué deberías leerlo

Somos animales que hablan. ¿Cómo no va a interesarnos el lenguaje?

El uso del lenguaje en artículos, audios, redes sociales o aplicaciones móviles dice muchas cosas de nosotros. Si te gusta la novela negra, vas a enamorarte: hay un montón de casos en los que las personas utilizan el lenguaje para engañar, y otros tantos en los que precisamente, a esas personas se las captura por el lenguaje que han usado.

También hay casos de litigios entre empresas, y todo un apartado dedicado a la imitación. Si estás pensando en suplantar a alguien en redes sociales, esta gente te va a pillar. No seas mala persona y no lo hagas.

Mi apartado favorito es el de casos de atribución de autoría, porque el plagio es algo que me llama mucho la atención: es como el timo de la estampita, pero al revés, porque el plagiador es más tonto y panoli de lo que quiere hacer creer a los demás. De esto se habla bastante en el libro. Del plagio, no de panolis.

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Lo que no te va a gustar

El lenguaje de la autora es coloquial y directo. Utiliza un estilo casual y eso echa atrás a algunos lectores. Sin embargo, a través de ese estilo la autora ejemplifica lo que cuenta en los diferentes casos. Que no te engañe el tono informal: se utiliza para darle ritmo a la lectura y de cada expresión se extrae mucha información, y la autora juega con eso muy bien.

Normal, es su trabajo. Yo me imagino escribiendo un currículum para entrar en su laboratorio y me entran sudores fríos.

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Lo que no es este libro

No es un manual de lingüística forense. Algunos lectores se quejan de que aporta poca información sobre los detalles de las investigaciones, pero para profundizar en ello existen otros libros más académicos. Sheila Queralt te está contando la parte bonita y divertida: la resolución de los casos. Pero si quieres aprender sobre cómo se llega a resolverlos quizá prefieras echar un vistazo a Soy lingüista, lingüista forense, de la misma autora, o a Lingüística forense, lengua y derecho: conceptos, métodos y aplicaciones, de María Teresa Turell (primer libro en Español sobre esta disciplina), si te quieres poner más serio.

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Un consejo para leerlo

No te sirvas un café, te sientes en un sofá frente a la ventana y te prepares para devorarlo en un par de sesiones. Son doscientas cincuenta páginas que se leen en unas pocas horas, pero no está pensado para disfrutarlo de ese modo. Lo apreciarás mucho más si, después de la primera toma de contacto, lo consumes en pequeñas dosis: media hora antes de cenar, en el autobús de camino a casa o mientras llega la cita que te ha escrito para decirte que se retrasa. Los casos están agrupados por temas, de forma que puedes leer uno de ellos, cerrar el libro y contarlo como anécdota a tus pasmados amigos, que se preguntarán de qué demonios estás hablando.

Dale una oportunidad. Quizá es la profesión de tu vida y aún no la conoces, y estás aguantando el tipo cuando podías estar pillando malhechores que usan la coma criminal (guiño) o peor, que siguen poniendo tilde en «solo» (guiño, guiño).

En cualquier caso disfrutarás de la lectura y te quedarás con ganas de leer más. No se puede hacer mayor elogio a un libro, ¿verdad? Pues ya sabes.

Sheila Queralt Estévez, la pesadilla de los criminales que usan muletillas, tienen acentos raros y dejan audios por WhatsApp.

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