SHIBUMI: la novela de espías perfecta

(que cuestiona a las novelas de espías)

Este era el título completo, pero quedaba demasiado largo. Y no sé si es cierto.

¿Qué es lo que cuenta este libro? ¿Es tan bueno como dicen? ¿Funcionó bien en el mercado? ¿Por qué el autor, que era un súper ventas, ahora es casi un desconocido? ¿Qué es el shibumi? ¿Y por qué debería importarte?

Hoy, en Relatos y Mentiras, voy a responder alguna de esas preguntas. No todas, ya lo adelanto. Pero sí a la más importante: ¿Deberías leer este libro? Ya te lo digo yo: sí. Pero ojo: ha envejecido MUY mal en algunos sentidos, así, con mayúsculas. Porque todo en él está magnificado, hasta las cosas malas. Ya verás, ya.



Vamos primero con el autor. Trevanian es el seudónimo de Rodney William Whitaker. Durante años nadie conoció su identidad: no daba entrevistas ni acudía a promociones de libros, a pesar de que vendió millones de ejemplares. Escribió algunas obras de éxito, como La sanción del Eiger, adaptada al cine con Clint Eastwood… Y en 1979 publicó la que muchos consideran la novela de espías perfecta: Shibumi, una obra inmensa desde el punto de vista narrativo, atrevida, exagerada, que lleva al límite las convenciones de las obras de espionaje publicadas hasta la fecha. En 2011 apareció en el mercado Satori, una segunda parte/precuela escrita por Don Winslow. Está considerada una obra de culto, adaptada a cómic, próximamente adaptada al cine, traducida a un montón de idiomas… Y sin embargo…

Vamos con lo básico. Shibumi cuenta la vida de Nicholai Hel, el protagonista, en dos tramas paralelas: el presente, en los años 70, y el pasado, que comienza en los años 30 con su infancia en Shanghái, continúa con su adolescencia en Japón y su juventud en USA, y narra la vida azarosa y terrible que lo lleva a convertirse en el más temido y letal asesino del mundo.

Así, sin más. ¿El mejor? El mejor. Porque Nicholai es inteligente, fuerte, guapo, gran estratega, letal con todo tipo de armas, el mejor amante del mundo, habla varios idiomas, y además aparenta ser mucho más joven de lo que es. ¿Cómo se te queda el cuerpo? Pues no te he hablado de otras habilidades más increíbles para no destripar parte de la trama, pero ¿si te digo que nadie tenía una fotografía nítida suya de adulto porque percibía cuando le apuntaban con un arma… o una cámara fotográfica?



Pensarás que estamos ante un típico caso de Gary Stu, de «personaje perfecto» creado para satisfacer las proyecciones del autor (o de cualquier varón adulto), que resulta tan repulsivo que termina por estropear cualquier obra. Y sí, esto es así, pero solo en parte. El autor es muy consciente de lo que está haciendo e incluso se burla de ello, como podemos ver en esta nota a pie de página en la que explica por qué no describe con detalle las técnicas del arte marcial que practica el protagonista, «Naked-kill» (que es inventado), así como otras de sus habilidades: para que el lector no intente imitarlas y ponga en riesgo su vida o la de otros.


La tarjeta de identidad en el bolsillo de Nicholai hubiera bastado como arma, utilizada al estilo de «Naked-kill». Todo hubiera terminado en un instante (1).

(1) En el curso del relato, Nicholai Hel utilizará en su beneficio las técnicas del Naked/Kill, pero estas no se describirán en detalle. En una obra anterior, el autor describió un peligroso ascenso a una montaña: cuando esta novela se convirtió en una insulsa película, un joven y buen alpinista perdió la vida. En otro libro posterior, el autor detallaba un método para robar cuadros de cualquier museo bien protegido. Poco después de haber aparecido la versión italiana de ese libro, en Milán fueron robadas tres pinturas exactamente siguiendo el método descrito, y dos de ellas quedaron irreparablemente mutiladas.

La más elemental responsabilidad social exige, por tanto, que el autor evite descripciones exactas de las tácticas y los acontecimientos, porque, aunque pudieran interesar a un buen número de lectores, podrían también contribuir a causar perjuicios a (y por) los no iniciados.

Igualmente, el autor mantendrá semiocultas ciertas técnicas sexuales avanzadas, puesto que podrían resultar peligrosas y, ciertamente, serían dolorosas para el neófito.

La película a la que llama «insulsa», por cierto, es aquella que protagonizó Clint Eastwood… Y la referencia a las técnicas sexuales avanzadas es tan exagerada que se convierte en una broma. En un momento de la trama, Hel se acuesta con una jovencita guapa, exuberante e inocente, como una forma de castigarla… porque, después de acostarse con él, cualquier amante le parecerá soso y pobre, y su vida sexual quedará marcada para siempre. No lo digo yo, ojo, lo dice la pareja de Nicholai en ese momento, con la que mantiene una relación abierta. Ahí queda eso.

Por este tipo de cosas, muchas personas consideran que esta obra es una crítica a las novelas de espías convencionales, una exageración, una sátira en algunos sentidos…, y no seré yo quien diga lo contrario.

Ese es el personaje protagonista. La historia se narra en tercera persona, por suerte, y las bondades de su persona las conocemos por el narrador. Como es de esperar, todo lo que aprende se le da bien, y eso  incluye el Go, un juego al que se le da una importancia especial a lo largo de todo el libro. Como no sé nada del juego, no puedo valorar si las apreciaciones, técnicas y descripciones son correctas, pero son interesantes cuando establecen una relación entre la mente analítica y estratégica de un jugador de Go con la capacidad de alcanzar el Shibumi.



Pero ¿qué es eso? ¿Qué es ese «Shibumi» que da título a la obra? En el libro se define varias veces de forma un poco vaga y llena de palabrería, pero se podría resumir en un estado mental de calma que se obtiene mediante el desapego y la simplicidad. Algo parecido a la iluminación o el vacío, pero  entendido desde la perspectiva budista japonesa, y no desde la visión hindú de la India. Es decir, con más serenidad y ceños fruncidos, y menos yoguis y pachuli.

La meditación y el control de las emociones no son una forma diferente de ver el mundo, sino una salida para confrontar los problemas a los que se enfrenta Nicholai. Su carácter ya viene marcado de serie, y la dureza de su vida hace que se deje ver un cierto desprecio (a través del narrador) por las personas que han llevado vidas más acomodadas.

Se entrenó en el jiujitsu clásico, algo pasado de moda, y jugó al rugby en el bando internacional contra los hijos de los taipans británicos con una eficiencia que bordeaba la brutalidad. Aunque Nicholai entendía la rígida charada del juego limpio y el espíritu deportivo con que los británicos se protegen de la auténtica derrota, el prefería las responsabilidades de la victoria a las comodidades de perder con elegancia. Pero en realidad no le gustaban los deportes en equipo, prefiriendo perder o ganar en virtud de su propia habilidad o dureza.

Y aquí es donde nos encontramos una de las mayores virtudes del libro: el carácter del protagonista. Porque apenas sabemos nada de él por sí mismo, no hay conversaciones o reflexiones en primera persona. Durante gran parte de su vida lo importante es el escenario, el entorno en el que crece y las personas que lo moldean, y no él mismo.



Aquí tenemos a uno de sus mentores mostrando una serena resignación ante la vejez:

[…] No caigas en el error del artesano que fanfarronea de veinte años de experiencia en su oficio cuando, de hecho, únicamente posee un año de experiencia: veinte veces. Y nunca sientas resentimiento por la ventaja que tus mayores poseen de la experiencia. Recuerda que ellos han pagado por esa experiencia con la moneda de la vida.


Nicholai lleva una vida complicada, y desarrolla una (más o menos justificada) aversión por los americanos y su forma de vida. Al principio no es más que la consecuencia de los hechos históricos que vive (la Segunda Guerra Mundial y las consecuencias para Japón, por ejemplo), y ese rechazo se enfoca hacia las sociedades y sus vicios, más que hacia las personas:


Sin embargo, en la última etapa de su vida (en el libro), en la parte que consideramos «el presente», Nicholai se explaya a gusto y muestra sin ningún reparo su desprecio por los americanos. A veces de forma sutil, y a veces muy descarada a través del narrador.

[…] A causa de la elevada concentración de grasa animal en su dieta, los occidentales tienen un olor ligeramente desagradable que ofende el sentido del olfato japonés y disminuye muchísimo la virilidad.


Pero los discursos antiamericanos no son insultos gratuitos por parte de Hel: hay auténtico rencor detrás de ellos, algo que se comprende según avanza la obra. Resulta imposible no empatizar con él, y no sobrecogerse cuando, por ejemplo, uno de sus primeros amores juveniles vuelve a su ciudad natal, Nagasaki, antes de los ataques con bombas nucleares. Aquí vemos una conversación en la que él critica el modo de vida occidental y su interlocutora, una joven americana, no puede creerse que su país haya estado detrás de un atentado en el que han muerto varios civiles.

[…] pero[los americanos] no soportan las molestias. Contaminan su atmósfera para matar mosquitos. Agotan sus recursos de energía para disponer de cuchillos eléctricos para trinchar carne. No hemos de olvidar que siempre hubo «Coca-Cola» para los soldados de Vietnam.

Hanna se sintió mortificada en su sentido patriótico.

—¿Cree usted que es honesto generalizar de ese modo sobre un pueblo?

—Sí. La generalización se equivoca únicamente cuando se aplica a individuos. Es la manera más precisa para detallar a las masas, la plebe. Y su democracia es una dictadura de la plebe.

—Rechazo admitir que los norteamericanos estuvieran envueltos en la sangre y el horror de lo que sucedió en aquel aeropuerto. Niños inocentes y hombres ancianos…

–¿Significa algo para usted el 6 de agosto?

—¿Seis de agosto? No. ¿Por qué?


Esta es la personalidad adulta y madura de Nicholai: un hombre cínico y cansado del mundo, que solo quiere que lo dejen en paz. A su alrededor se forma una maraña de empresas, intereses económicos y políticos, la CIA, grupos terroristas, grandes personas y mezquinos egoístas, en la que destacan las personas sencillas y honestas frente a la ruindad de los poderosos. La trama avanza despacio pero manteniendo un interés asombroso, que decae en algún momento, pero que resulta sorprendente por su fluidez y la forma en la que dibuja un puzle enorme, complejo y muy dilatado en el tiempo. Hay momentos que se hacen pesados, pero la impresión final es tan intensa, de una emoción tan rica y profunda, que se le perdona todo.

[…] dos semanas después cuatro de ellos pasaron un final de semana en las montañas, explorando cuevas durante el día y pasando las noches en económicos albergues de la montaña en donde bebían demasiado saki y hablaban hasta entrada la noche, como lo hacen todos los jóvenes inteligentes del mundo, pasando la conversación de la Naturaleza al Arte, al doble entendimiento impúdico, a planes para el futuro, a equívocos y agudezas, a un haiku improvisado, a juegos bulliciosos, a la política, al sexo, a los recuerdos y al silencio.


Y para terminar: ¿qué ocurrió con el autor? Si esta obra es tan importante en el género, ¿por qué no ha sido recordado como otros autores de su época?

Mi teoría es que Trevanian sintió que ya había contado lo que quería contar, y eso, unido a que mantenía un perfil bajo en los medios, hizo que pasara rápidamente al olvido. Shibumi, por otra parte, con su marcado carácter antiamericano, creo que no sobrevivió bien a la era Reagan. Eso convierte a esta obra en una joya conocidísima en su momento que, al mismo tiempo, ha pasado desapercibida por el gran público actual. Una joya que sin duda merece la pena descubrir y disfrutar, dedicándole el tiempo justo y el momento adecuado.

Yo tardé casi un año en encontrar ese momento: devoré el libro durante unas vacaciones en la playa. Al terminarlo, comprendí que el Shibumi también se encuentra en el vacío que sientes en el pecho cuando terminas un buen libro.

Conoce a Nicholai Hel. Ponlo en su contexto y disfrútalo. Sorpréndete y déjate llevar. No te arrepentirás.


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