Montañas para vivir en la ciudad

Resiliencia.

Según la RAE: Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.

Vivimos en una sociedad cómoda y más o menos tranquila. En muchos países de occidente disfrutamos del mayor periodo de la historia sin una guerra y muchos de nosotros, de hecho, no hemos vivido una, ni de lejos ni de cerca. Nuestras necesidades básicas están cubiertas y eso hace que, al no tener razones importantes para quejarnos, y como somos incapaces de dejar de hacerlo, comenzamos a quejarnos por pequeñeces. Es lo que en tono no-puedo-con-la-vida se conoce como “problemas del primer mundo”.

El mundo, en líneas generales, es un lugar complicado y la vida, la de cualquier ser vivo, implica sufrimiento. Tan solo una muy pequeña parte de la población mundial lleva una vida cómoda, y eso ni siquiera dura todo el tiempo.

Muchas personas eligen salir de su zona de confort en algún momento, y se someten a una cierta cantidad de sufrimiento que podrían haber evitado. No estoy equiparando unas situaciones con otras, porque eso es imposible y siempre hay alguien que se encuentra en una situación peor. Ese razonamiento siempre termina en una falacia.

Por eso no voy a hablar de los grandes sufrimientos, sino de los pequeños, de los que podemos evitar y aun así, decidimos que merecen la pena. Quiero hablar de aventureros que no buscan la aventura, exploradores que no quieren descubrir nada nuevo. Quiero hablar de los observadores del mundo y sus grandes atalayas: los alpinistas y las montañas, y de todo lo que podemos aprender de este “género” de libros, aunque la montaña nos pille lejos y seamos unos urbanitas convencidos. Porque la montaña cuenta historias de personas, y las personas, en realidad, siempre somos las mismas.

Voy a comentar tres libros imprescindibles dentro de una amplia lista de la cual desconozco la mayoría. La iré ampliando poco a poco gracias a las recomendaciones de gente que sabe mucho de estas cosas.

Mal de altura (por Jon Krakauer), que es todo un clásico de la literatura de montaña y que, al ser una “novelización” de un hecho real, quizá sea el más asequible de los tres.

Besa o Mata (por Mark Twight), todo un grito de rabia desatada por uno de los escaladores más arriesgados, talentosos y extremos de su generación.

Quizás vivir sea esto (por Jorge Egocheaga), una obra emocionante y visceral que muestra una visión muy global (y certera) no del mundo de la montaña, sino del mundo en general.

MAL DE ALTURA

Este libro es una novelización del accidente ocurrido en 1996 en el Everest, en el que, como pasa en todas las catástrofes, se dieron un montón de circunstancias que por separado no supondrían excesivos problemas, pero que todas juntas desembocaron en el caos.

Es un libro bien escrito aunque, desde el punto de vista de la historia, flojea un poco, las cosas como son. El autor, Jon Krakauer, era periodista pero no alpinista: cuenta las cosas desde su punto de vista y a veces no es el correcto. Es interesante, está bien escrito y pone los pelos de punta. Pero respecto a esos detalles, si te interesa esta historia, que por cierto se recreó bastante bien en la película Everest, puedes completar la lectura de este libro con Everest 1996, de Anatoli Bukreev, que ofrece una perspectiva diferente de los mismos hechos que cuenta Mal de Altura. La combinación de los dos libros me parece una lectura apasionante.

Se había acabado otra vez el oxígeno. Me quité la mascarilla, me la dejé colgando del cuello y seguí adelante como si no pasara nada. No obstante, sin el oxígeno adicional, avanzaba más despacio y tenía que parar a descansar con mayor frecuencia.

La bibliografía sobre el Everest abunda en relatos de experiencias alucinatorias atribuibles a la hipoxia y la fatiga. En 1993 el célebre escalador inglés Frank Smythe observó «dos curiosos objetos flotando en el cielo», estando a 8.400 metros de altitud: «Uno tenía unas alas mal desarrolladas, y el otro una protuberancia que recordaba un pico. Aunque permanecían inmóviles en el cielo, parecían vibrar lentamente». En 1980, durante su ascensión en solitario, Messner creyó escalar en compañía de un compañero invisible.

Paulatinamente, yo mismo me di cuenta de que había caído en un extravío similar, y la sensación de ir alejándome de la realidad me llenó de fascinación y de horror.

Por qué leerlo: Es una historia que explica muchas cosas. Leyéndola conocerás los diferentes motivos que llevan a una persona a ascender hasta el techo del mundo, una zona en la que el simple paso del tiempo te está matando. Verás motivos egoístas, deportivos, alpinísticos y económicos, pero todos ellos muy humanos. Son los mismos motivos que llevan a las personas a actuar como lo hacen en cualquier otro entorno, lo que significa que para llevar a cabo una gran hazaña o convertirte en un héroe (en el libro verás a más de uno), lo único que necesitas es tener claras tus prioridades.

En Mal de Altura, la gente muere por encontrarse en el peor lugar, unido a tomar malas decisiones en el peor momento. Pero no nos engañemos; todos vivimos en un escenario en el que, en medio de una “tormenta”, una mala decisión puede costarnos la vida.

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BESA O MATA

Este libro está compuesto por una serie de artículos y relatos que publicó el autor en diferentes revistas entre el 1985 y el 2000. Alguno de ellos resulta un poco técnico y quizá aburrido para la gente ajena a este mundillo, así que quizá no sea una lectura para todos los públicos.

De todos modos, al estar compuesto por relatos independientes, se puede (y se debe) leer con calma, encontrando el momento adecuado para cada uno de ellos. Porque el estilo y lo que cuenta este tipo no es para todos los estados de ánimo; o lo adoras, o lo detestas con toda tu alma. Él mismo lo dice:

Me entrenaba. Me castigaba. Pensaba que haciéndome sufrir a mí mismo a diario me prepararía para hacer escaladas difíciles en altura. Dormía en el suelo. Llevaba hielo en las manos. Las golpeaba contra el cemento para ver si sería capaz de soportarlo. No perdía nunca una ocasión para entrenarme. Subía escaleras hasta vomitar y luego seguía subiendo. Arruiné relaciones para acostumbrarme a la sensación de fracaso y sacrificio. Me entrenaba en el gimnasio en ayunas para saber hasta dónde podía llegar sin comer ni beber. […] Me convertí en un hombre al que se adoraba o al que se odiaba profundamente.

El tipo, desde luego, es peculiar. Realizó algunas escenas para el cine, se dedicó a dar charlas y cursos sobre escalada y alimentación en condiciones extremas a las fuerzas especiales del ejército, y encontró un filón cuando entrenó al elenco de la película 300 para conseguir su escandalosa musculatura. A partir de ahí, creo que no le ha faltado trabajo como entrenador para actores bastante renombrados. Pero que esta frivolidad no te distraiga del tipo de persona que estamos hablando: su entrenamiento estaba orientado a mantenerlo con vida en situaciones muy complicadas.

Por qué leerlo:

Por la rabia pura y humana que destilan algunos de los artículos. Por las reflexiones tan interesantes y apasionadas que muestran otros. Y por la evolución del autor, ya no como alpinista y escalador, sino como persona. Sin dejar de ser el punk malhumorado que no quiere saber nada de los demás, Mark Twight termina escribiendo con una sensibilidad excepcional.

El peso de nuestras mochilas nos mandó para abajo. Nuestra táctica nos mandó para abajo. Nos quedaban dos horas de luz. Estábamos fracasando. Steve se lo tomó mucho peor que Blitz. A mí, sin embargo, no me suponía mucho. He fracasado mucho. Tan solo era el factor Alaska entrando en acción.

Dolía, pero no lo sentíamos. Nos cansábamos, pero no importaba. La concentración en la tarea era total. El yo que cada uno de nosotros venerábamos tanto, desapareció. Nos convertimos en el otro y en la montaña. Mishima tenía razón: en nuestro sufrimiento descubrimos las brillantes y andrajosas puertas de la percepción. Nuestras mentes agotadas eran incapaces de resistir una experiencia humana tan pura.

Echa un vistazo a las fotografías de su página web y comprenderás lo que quiero decir. Besa o Mata es rabia, y vida, y pasión por la montaña y la escalada. Es la búsqueda de la perfección en un campo en el que la propia búsqueda puede acabar con tu vida. El autor hace frente a la sensación de vacío, tan habitual entre los alpinistas, con el agotamiento, la exposición y las actividades extremas. Contra todo pronóstico, después de todo ello parece encontrar la calma.

Ahora, en la búsqueda de una mayor libertad, me encuentro dispuesto a aceptar lazos que habría cortado y quemado de joven. ¿Es algo malo? ¿Algo irreversible? ¿O inconsistente con mis ideales? Quizás la lección de la edad es que no necesito confrontar y rechazar lo que parece bloquear mi camino […]. Rechaza lo que no funcionó para ti y sigue adelante. No necesitas un adversario. Solo necesitas cambiar.

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QUIZÁS VIVIR SEA ESTO

Leer a este autor es una experiencia extraña. Al principio, teniendo en cuenta su trayectoria en la montaña, pensaba que su humildad era esa falsa modestia tan irritante de la gente que es realmente buena en su campo. Pero no es así: Egocheaga es realmente humilde, y estoy seguro de que es consciente de que sus viajes, aventuras y expediciones le colocan entre los mejores alpinistas. No es humilde en relación con las personas, sino en relación con el mundo. Es humilde porque es consciente.

Su estilo es quizá opuesto al de Mark Twight, y a lo mejor también lo es su relación con las personas (al menos, en la juventud de aquel). Jorge Egocheaga es médico. Ejerce como tal para ganar dinero y costearse sus viajes, y también para poder ejercer como médico allí donde le llevan esos viajes. Es una persona consciente del lugar que ocupa, de lo que puede hacer para que el mundo, o al menos el mundo a su alrededor, sea un poco mejor. Pero el libro no trata de él, sino de sus viajes. Los beneficios del libro, por cierto, van a una fundación de ayuda a los niños en Nepal. Aunque no es un extracto del libro, en esta entrevista puedes hacerte una idea de lo que intento explicar acerca de su forma de ser:

El covid nos ha cambiado la vida, bueno. Pero es que vivimos instalados en la cultura de la queja y eso no nos hace ningún favor. ¡No vivimos en la realidad del mundo, sino en una burbuja! Deberíamos dar gracias, para empezar, por haber nacido en la parte del mundo en que hemos nacido, porque hay gran parte de la población mundial que no tiene nada. Tendría que estar prohibido quejarse.
– ¿Estamos siendo débiles?
– Somos tremendamente débiles. Cada vez más. Se premia la falta de carácter y de esfuerzo. El sacrificio cuenta poco. Por eso tenemos muy poca resistencia ante todo.

El libro, como sucede en la mayoría de libros de este estilo, consta de una serie de capítulos casi independientes que relatan diferentes actividades en orden cronológico. En este caso, las impresiones del autor y la narración propiamente dicha son más importantes que las descripciones técnicas, por lo que es una lectura apta para todo el mundo, incluidas aquellas personas que no tengan gusto o especial interés por la montaña. Cada capítulo es un pequeño relato que cuenta una ascensión, o un intento, porque no todas las actividades culminan con éxito. Pero otros capítulos hablan de algún momento en la vida de una persona, un punto de inflexión que marca una diferencia o que indica un cambio de rumbo.

Algunos de los relatos resultan tristes, otros te ponen los pelos de punta, y muchas veces te hacen plantearte cómo algunas personas se “atreven” a ir a la montaña con según qué actitudes. Hace un tiempo se hizo famosa una fotografía que mostraba una cola de personas camino de la cima en el Everest. La fotografía es engañosa por la perspectiva, ya que parece que la gente se agolpa en unos poco metros cuando en realidad no es así. Pero el artículo es un buen exponente de esa actitud tan equivocada que se muestra a veces. No estoy hablando de la montaña, sino de las personas en general.

Por qué leerlo:

Porque te atrapa con cada uno de sus textos. Puede que su estilo te resulte muy emocional en algún momento (a mí me pasa), pero no es un intento de manipular al lector, sino una descripción de cómo son las cosas. El autor ha conocido la vertiente más amarga de la montaña muy de cerca, sabe lo que se puede esperar y lo que no se puede esperar del mundo y de la vida que ha elegido, y actúa en consecuencia.

Es un libro para disfrutar y para releer. No es un libro que te sube las pulsaciones y te motiva para entrenar o para planificar tus retos, pero sí te hace pensar sobre su importancia, y sobre lo que estamos dispuestos a sacrificar por ellos. No debemos vivir para alcanzar nuestras metas, sino vivir e intentarlo. Importa lo que haces en tu vida, no lo que consigues en un momento puntual de la misma. “Los que sueñan de día llegan a conocer muchas más cosas que aquellos que solamente lo hacen de noche”.

Soy médico, por lo que sé que debo levantarme despacio para no despertar los dolores de mi cuerpo. Camino por el pasillo de mi pequeño piso con calma. Cuando llego al salón me tumbo en el suelo. Mis vértebras restallan. Tengo apenas cincuenta años, pero en estos momentos mi cuerpo se comporta como si tuviera noventa. […]. Con el alba iniciaré el camino hacia la movilidad; ha de ser un transcurrir lento, progresivo, hasta que mis articulaciones y ligamentos quieran jugar de nuevo. La línea de la vida me ha hecho esclavo del movimiento. El día que me pare será porque estaré muerto.

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