EL NIÑO QUE NO QUERÍA REGALOS POR NAVIDAD (Cuentos de Navidad)

¿Es posible que un niño no quiera regalos por Navidad? ¿Vosotros qué creéis? Yo creo que sí es posible y en este relato os cuento lo que ocurre cuando se produce este acontecimiento. Espero que os guste.

Libertad García-Villada

EL NIÑO QUE NO QUERÍA REGALOS POR NAVIDAD

—¿Estás seguro? —preguntó el anciano al niño que tenía sentado sobre sus rodillas. Durante los últimos diez minutos, aquel escuerzo que no tendría más de siete años había estado enumerando todos los regalos que quería que recibieran por Navidad sus abuelos, sus tíos, sus primos, sus padres, su perro Paco, sus amigos del colegio y hasta sus profesores. Pero cuando le había preguntado qué quería para sí, sin dudar había respondido “Nada”.

El niño asintió con la cabeza.

—Pero, vamos a ver, ¿cómo es que no quieres nada para ti?

—Porque no necesito nada, solo quiero ver a los demás contentos con sus regalos.

El anciano miró fijo al niño, como estudiándolo, y después sonrió con deleite.

—Dime, ¿has sido bueno este año? —le preguntó ahora, aunque sabía la respuesta.

El niño volvió a asentir.

—Sea, pues.

—¡Gracias, Santa! —exclamó el niño dándole un efusivo abrazo.

—Ea ea, ya está —dijo él devolviéndole el abrazo—. Hala, vuelve con tus padres, que hay otros niños esperando —le instó al tiempo que lo bajaba de sus rodillas.

Cuatro horas más tarde, Santa subía resollando las escaleras que llevaban a la azotea del centro comercial. Allí se reunió con sus renos, que lo esperaban. Cuando consiguió recuperar el aliento, les dijo:

—Creo que por fin lo he encontrado; se llama Pablo y tiene siete años. Esta Nochebuena lo tentaremos —anunció—. Sé que es aún muy joven, pero, si pasa todas las pruebas, creo que de aquí a unos pocos años estará preparado.

Los renos bramaron de alegría, él sonrió satisfecho. “Por fin —se dijo con alivio acariciándose la larga barba; tenía la certeza de que la búsqueda había concluido: desde hacía ya tres años, cuando empezó a sentarse sobre sus rodillas, el pequeño Pablo le decía todas las Navidades que no quería regalos para sí, pero sí para todos sus allegados. Sin saberlo, el niño había superado con éxito la primera prueba, la más difícil. Santa estaba seguro de que no tendría problema alguno en superar todas las demás.

Se sentó en su trineo, sintiendo que sus piernas y su espalda se lo agradecían después de haber subido hasta aquella azotea. Ya no estaba para esos trotes. Desde hacía tiempo sabía que antes o después no podría hacer su trabajo, lo notaba en los huesos; no le quedaban muchas Navidades. Cada año tardaba más en repartir los regalos y en la última Nochebuena habían estado a punto de pillarle en flagrante varios niños, lo que era por completo inadmisible. Pronto le llegaría su momento de pasar el testigo. No obstante, a partir de ahora podría dormir tranquilo, porque, tras años y años de búsqueda, por fin había encontrado un sucesor.

2 comments on EL NIÑO QUE NO QUERÍA REGALOS POR NAVIDAD (Cuentos de Navidad)

    1. Muy larga, lo que se dice muy larga, la lectura no ha podido ser. Otro tema es el tiempo que le hayas dedicado, sobre el que no puedo interferir.

      Como tampoco puedo devolverte el tiempo invertido, y dado que vamos a seguir escribiendo cuentos, para implorar tu perdón, con toda humildad, respeto y cariño, te dejo un cuento (sacado de este blog), muy breve, de Khalil Gibran (o Yibrán Jalil Yibrán, como prefieras).

      Espero que lo disfrutes.

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      TRES REGALOS

      Cierta vez, en la ciudad de Becharre, vivía un amable príncipe, querido y honrado por todos sus súbditos.

      Pero había un hombre, excesivamente pobre, que se mostraba amargo con el príncipe y movía continuamente su lengua, pestilente en sus censuras.

      El príncipe lo sabía. Pero era paciente.

      Por fin decidió considerar el caso. Y, una noche de invierno, un siervo del príncipe llamó a la puerta del hombre, cargando un saco de harina de trigo, un paquete de jabón y uno de azúcar.

      -El príncipe te envía estos regalos como recuerdo -dijo el siervo.

      Y el hombre se regocijó, pues creyó que las dádivas eran un homenaje del príncipe. Y, en su orgullo, fue en busca del obispo y le contó lo que el príncipe había hecho, agregando:

      -¿No ve cómo el príncipe desea mi amistad?

      -Pero el obispo respondió:

      -¡Oh! Qué príncipe sabio y qué poco comprendes. Él habla por símbolos. La harina es para tu estómago vacío, el jabón para tu sucia piel y el azúcar para endulzar tu amarga lengua.

      Desde aquel día en adelante, el hombre sintió vergüenza hasta de sí mismo, y su odio al príncipe se hizo mayor que nunca. Pero, a quien más odiaba era al obispo que interpretó la dádiva del príncipe.

      Sin embargo, desde entonces guardó silencio.

      FIN

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