
Recientemente murió una conocida mía. Tenía dieciocho años. Asistió a una fiesta en casa de unos amigos y se dio la casualidad de que otro de los invitados, por hacer la gracia, llevó una automática. Descargada. A dicho invitado, desafortunadamente, se le olvidó quitar también la bala de la recámara. Un tiro directo en la cabeza.