Los libros con trucos y técnicas para vivir y sobrevivir en el monte, desde la perspectiva amable de acampada dominguera y campamento de boy scout, tuvieron una época dorada en los años 90 y posteriores. Con un tono ligero y despreocupado, se publicaban muchos libros en la línea de «Trucos útiles para campamentos y senderistas», entre otros, auténticos superventas como Cómo cagar en el monte. Ojo con esta obra, que ha vendido varios millones de ejemplares y no es un libro de humor.
Esas obras nos mostraban un escenario bucólico de relación con nuestro entorno natural, incómodo pero no realmente peligroso, más cercano al excursionista medio, al urbanita que sale de excursión, que al aventurero que se juega el tipo en actividades que entrañan riesgos serios, y nos daban trucos para mejorar nuestra experiencia en la naturaleza.
Pero hay otra forma de entender nuestra relación con el mundo mucho más… realista, cuando nos ponemos en lo peor. Una forma pragmática, adaptada no solo a las salidas al campo en las que uno puede regresar a la comodidad de su casa y su entorno civilizado en cualquier momento, sino a un escenario en el que el retorno al hogar no resulta tan sencillo. Estoy hablando del apocalipsis crudo y terrible para el que se preparan los prepper. Esto es una película diferente. Ya no se trata de buscar la comodidad en nuestras acampadas, sino de sobrevivir en un entorno hostil en el que todo nos puede perjudicar, desde el aire o el agua hasta los demás seres humanos. Te cuento.
A partir de la guerra fría, (antes ya existía, pero no era tan popular), en EEUU se extendió un movimiento que se preparaba para una situación catastrófica, temporal (un desastre natural) o definitiva (una guerra nuclear o el colapso de la sociedad). Se preparaban para lo peor con seriedad y una visión un poco pesimista del futuro.
Actualmente se los conoce como prepper, los «preparaccionistas», gente que no solo estudia y practica las técnicas de supervivencia, sino que prepara refugios, entierra reservas de alimentos y herramientas, tiene siempre preparada una mochila de 72 horas y vive con un ojo puesto en las noticias.
Cada vez son más numerosos, y la pandemia del Covid ha servido para darle a este movimiento un impulso mucho mayor. Entre comunidades de preppers y bushcraft (supervivencia en un entorno natural), encontramos gente con una facilidad pasmosa para no cortarse con herramientas afiladas. Construyen refugios, cazan, preparan comida y herramientas, y se forman para sobrevivir de forma autárquica en un entorno hostil partiendo de unos recursos iniciales mínimos. Hay personas interesadas por la filosofía prepper de todos los perfiles: parejas urbanitas que hacen acopio de comida y pasan sus fines de semana aprendiendo a cocinar, conservar alimentos y destilar agua, chicas maquilladas que se transforman en un MacGyver capaz de levantar una cabaña de la nada sin despeinarse, o jóvenes que hacen unboxing de kits de supervivencia y discuten sobre las mejores herramientas. El perfil del prepper ya no es (solo) un varón blanco paramilitar con una bandana en la cabeza: actualmente, la supervivencia preocupa a toda la humanidad por igual.
Sobre técnicas de supervivencia en la naturaleza, orientación, purificación de agua, autodefensa, etc., hay muchos libros escritos.
Pero hoy no quiero hablar de esto.
Porque existen otro tipo de libros que no están orientados a las enseñanzas prácticas de una materia concreta, que no son manuales como tal. Son libros que cuentan la experiencia personal de su autor, de una persona o de un grupo de personas, en una situación extrema de la que han salido adelante. Estos libros, además de recordarnos cómo es el mundo más allá de nuestro entorno y nuestro día a día, además de acercarnos a otras realidades y experiencias, nos dan algunas pinceladas acerca de cómo funcionan las mentes de los supervivientes y qué tienen en común.
Un aviso: Esto no significa que los supervivientes de una situación extrema estén mejor preparados o «hayan hecho algo» que no hicieron los que fallecieron. Ese tipo de razonamientos lleva con frecuencia a culpabilizar a las víctimas e ignora el enorme, enormísimo factor suerte que existe en estas situaciones. Leí, por ejemplo, un artículo en el que un hombre relataba su experiencia en un vagón de prisioneros de los campos alemanes en la Segunda Guerra Mundial. De todo el vagón, fue uno de los muy pocos que sobrevivieron después de estar mucho tiempo al sol, sin agua y sin atención alguna. ¿Por qué era más fuerte? ¿Por qué tenía una mayor voluntad y ganas de vivir?
No. Porque le tocó al lado de una ventana y podía respirar aire fresco. Fue suerte. Pura y simple suerte. Durante el resto de su vida, esa persona tuvo que lidiar con el síndrome del superviviente.
No juzgues a la víctima. No la culpabilices. Todos podemos ser víctimas en cualquier momento, sin importar lo preparados que nos encontremos. El control total es una ilusión.
Una vez que la suerte hace su cribado entran en juego otros factores sobre los que sí tenemos algo más de control. ¿Recuerdas la historia de los aviones ametrallados? No sé si es cierta o no. Se cuenta que los ingenieros del bando de los aliados, al ver los impactos de balas que tenían los bombarderos que regresaban a sus bases en la Segunda Guerra Mundial, dedujeron que debían reforzar el blindaje en aquellas zonas que presentaban más impactos. El matemático Abraham Wald dedujo que debía hacerse justo al contrario: si los aviones regresaban a pesar de esos impactos, eso significaba que esas zonas no eran las más importantes. Donde había que reforzar el blindaje era en las zonas que no presentaban impactos, porque los aviones que recibían disparos en esas áreas no regresaban.
No te fijes en las debilidades de la gente que cae, sino en las fortalezas de la gente que se levanta. No siempre puedes controlar aquello que nos derrota, pero sí puedes trabajar en los factores que nos hacen fuertes.
Esto se puede extrapolar a las personas y a las historias que se cuentan en los libros que te voy a citar. No hace falta analizar los detalles: solo hay que empatizar y ponernos un poco en situación, prestar atención a los puntos en común que tienen los protagonistas de esas historias. Si tomamos como ejemplos a seguir a esas personas «normales» que han sobrevivido a situaciones terribles, nos resultará más fácil interiorizar las pautas para sobreponernos a una mala situación.
En esas personas están las claves de la resiliencia, la aceptación serena y honesta de que depende de nosotros seguir adelante o dejarnos llevar por las circunstancias. Aunque a veces tenemos un margen de reacción muy pequeño, aunque muchas veces nos sintamos marionetas sin control alguno sobre nuestras vidas, casi siempre hay un resquicio de decisión, una parte de nuestro destino que queda en nuestras manos. Y por ese resquicio puede entrar la luz y el aire que nos permitan sobrevivir.
Eso lo podemos ver en libros que ya hemos comentado aquí, pero hoy voy a hablarte de tres ejemplos de contextos muy diferentes: una actividad de alpinismo, un accidente y una guerra. Serán descripciones muy breves, que ya me he enrollado mucho.
ELISABETH REVOL: VIVIR
Quizá sea mi favorito de estos tres, porque me resulta más fácil comprender la situación que se cuenta y creo que está narrado con mucho cuidado. Está editado por Desnivel, que es una editorial que cuida mucho sus publicaciones: tipos de letra claros, maquetado perfecto, buena calidad en papel, portada y fotografías, etc. Ya podían aprender de ellos otras editoriales «grandes».
Cuenta la historia del rescate que vivió su protagonista, la autora, cuando su compañero tuvo un problema ascendiendo el Nanga Parvat, una de las montañas más altas y complicadas de escalar, después de que llegaran a la cima en invierno, ellos dos solos y sin oxígeno suplementario. Es una historia muy intensa en la que Revol desnuda su alma con toda sinceridad: las dudas, la gestión de la información que recibe desde el campo base, qué hacer con su compañero agonizando, con las tormentas acechando, sin agua, sin comida y sin material. Es una historia en la que, como decía antes, no sobrevive necesariamente el más fuerte y preparado. Hay un factor suerte que no depende de ella, porque el mal de altura juega a los dados. Pero todo lo demás, la acción, la capacidad, la mente fuerte que se impone sobre el cuerpo agotado, marcan la diferencia. Es una alpinista impresionante con una técnica y un conocimiento increíbles, que sobrevivió porque, además de todo eso, tiene una inmensa voluntad para sobreponerse y continuar.
El conocimiento, la técnica y la capacidad física pueden quedar lejos de nuestro alcance, pero la voluntad se puede trabajar. Se puede moldear y fortalecer día a día. Eso sí está en nuestra mano.
PIERS PAUL READ: ¡VIVEN!
Esta historia es muy conocida y no me entretendré en ella. En 1972, un avión con 45 pasajeros se estrelló en los Andes. La búsqueda de supervivientes fue abandonada. Sin embargo, dos hombres llegaron hasta una cabaña habitada 72 días después del accidente y avisaron de que había más supervivientes.
Creo que el libro ha envejecido un poco mal quizá porque la historia, por conocida, ya no resulta tan impactante. Es importante también ponerse en la piel de aquellas personas y sus circunstancias. De todos modos es una lectura amena y emocionante, y creo que sigue siendo un ejemplo de cómo la colaboración entre las personas, las ganas de vivir y la decisión de tomar las riendas de nuestro destino pueden marcar la diferencia.
Y la lección más importante: mientras no hagas daño a otras personas, haz lo que sea necesario para sobrevivir. Ya sabes cómo estas personas sobrevivieron al hambre. No entraremos en detalles.
SELCO BEGOVIC: THE DARK SECRETS OF SHTF SURVIVAL
El autor de este libro sobrevivió a la guerra de Bosnia en un entorno urbano de absoluta desolación, durante más de un año. Ha escrito varios libros. No los he encontrado en castellano y me cuesta bastante leerlos en inglés, así que mis apreciaciones sobre el estilo quizá no sean correctas… Porque no es un texto depurado y estructurado; es más bien crudo y poco trabajado, lo que hace que literariamente sea un producto imperfecto, aunque resulta directo, llano y honesto, si me permites la expresión. Es muy duro, y quizá solo sea apto para gente interesada en este tipo de experiencias.
Pero si este no es mi caso, ¿por qué lo comento?
Porque hay algunas ideas interesantes. Por ejemplo, que el conocimiento nunca se pierde ni se deja atrás: aquello que sabes hacer no se gasta, no se consume. El conocimiento es nuestro mejor recurso.
La otra «lección» que me llamó la atención es la importancia de mantener el ánimo a lo largo del tiempo. ¿Conoces la «regla del tres»? Esa regla mnemotécnica dice que (en general) no se puede sobrevivir más de tres minutos sin aire, más de tres días sin beber y más de tres semanas sin comer.
En estas situaciones se añade un nuevo apartado: no se puede vivir más de tres meses sin esperanza. Para sobrevivir a una situación así necesitas creer en un futuro mejor, en reunirte con tus seres queridos, en que las cosas van a arreglarse, en que vas a salir de la situación en la que estás metido.
Yo tenía una botella de camping gas, pero no la usaba para darme calor porque era algo demasiado valioso. Corté y diseñé un mecanismo para poder recargar con ella mecheros de gas. Los mecheros no tienen precio. Yo recargaba algún mechero y conseguía una lata de comida o una vela a cambio. Además, soy enfermero. En estas condiciones, mis conocimientos eran mi dinero. Los objetos y las personas van a desaparecer pronto, es algo inevitable…, pero tus conocimientos pueden ser tu comida de mañana. Quiero decir: hay que aprender a reparar las cosas, los zapatos o a las personas.
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Lo realmente importante es que estos tres libros parten de situaciones muy diferentes pero tienen puntos en común, y muestran características que comparten los supervivientes de estas tres historias.
- No estaban solos: contaban con el apoyo de compañeros, amigos o familiares. Es importante conocer la importancia del grupo, la fuerza de la unión, porque te pueden ayudar desde fuera o porque comparten tu situación y tus miedos. Esa ayuda es inestimable.
- No cejaban en su empeño: mostraban perseverancia, voluntad para seguir adelante, fuerzas para continuar aunque el cuerpo pesara y todo se pusiera en contra.
- Y lo más importante: tenían ganas de vivir.
Casi todos pasamos en algún momento por un infierno personal. Puede ser algo sobrevenido, como una enfermedad, una guerra o un accidente, o algo en lo que nos hayamos metido nosotros solos por nuestras decisiones. También puede ser algo en lo que tengamos capacidad de acción total o por el contrario, que esta sea muy limitada.
Pero de una forma u otra, lo primero que necesitamos es tener ganas de salir de esa situación.
Ninguna de estas personas eran grandes héroes fornidos y super preparados (con la excepción de Elisabeth Revol que es una alpinista impresionante, pero ya sabes lo que quiero decir). Eran personas más o menos preparadas, más o menos normales, que salieron adelante gracias a una voluntad fuerte y a unas inquebrantables ganas de vivir.
Así que, cuando desciendas a tu infierno, cuando creas que no puedes más, que tus problemas te superan, que la vida que tienes no merece la pena, quizá estas lecturas te muestren otro camino, otras opciones. Otra forma de ver las cosas.
Busca un libro de este tipo. Lee, piensa, aprende.
Y sobrevive.