Estás pagando el pato, pero todavía no lo sabes

Ayer fui a renovarme el carnet de conducir. Cuando me preguntaron, después de una serie de trámites rutinarios, si me había operado de algo recientemente, les dije que sí, que me había operado de la vista y que ya no uso gafas.

LA DUPLICACIÓN DEL TRABAJO

-Vaya -me dijeron-, pues tienes que traernos el justificante de la clínica diciendo que ahora ves mejor…
-Pero, ¿no me vais a hacer un examen de la vista, entre otras cosas?
-Si, pero aunque nosotros digamos que ves bien, Tráfico nos obliga a presentar el certificado de la clínica donde te operaste… diciendo que ves bien.

Lentes sin vidrios - Loca tendencia de la moda en Asia 1

Maldigo a los que usan gafas sin cristales por una cuestión de moda…¡Os odio! ¡Bastardos hijos de p…!

Comprendí que, entonces, la administración me hace pasar un examen para decir que soy apto, pagarlo y certificarlo por duplicado, para demostrar que ahora veo mejor que antes.

Me fui a la clínica, conduciendo sin carnet. Cuanfo volví con el certificado, me dijeron que no podían presentar la documentación vía telemática porque la web de Tráfico no se encontraba operativa. Eso significaba que tendría que ir yo a las oficinas a llevar la documentación personalmente. Además, la impresora de la clínica no funcionaba bien y las fotografías que me habían sacado no podían imprimirlas. Tendría que ir a una tienda a sacame unas fotos.

Lo admito: Desde mis tiempos en un colegio religioso que no me acordaba de tantos santos a la vez.

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Así me sentía yo. Creo que debía parecer un poco más guapo, eso sí.

 

Me sentía como si hubiera retrocedido veinte años, cuando la administración se componía de burocracia innecesaria y acudir a una oficina pública suponía echar la mañana porque no se podía pedir cita previa, el personal estaba desbordado e Internet era un proyecto en la mente de unos universitarios.

¿O eso nunca ocurrió? Quizá ha cambiado mi percepción del pasado y seguimos equivocándonos tanto como antes.

O quizá la crisis está consiguiendo que los servicios públicos funcionen cada vez peor porque los funcionarios son menos, peor pagados y más ninguneados. Hablo, por supuesto, de los funcionarios que nos atienden en las ventanillas, que recogen las llamadas de emergencias y que limpian las calles, aquellos que cobran menos de mil euros al mes en catorce en trece pagas. Lo más probable es que el dinero para instalar mejores servidores y pagar a los informáticos se quedó de camino en algún soborno, perdón, comisión, abonada a algún funcionario de los que no necesitó opositar para obtener su puesto.

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Quizá la clínica donde me han atendido (y bastante bien, teniendo en cuenta que juré a gritos en varias lenguas muertas) antes tenía contratado más personal y no se veían obligados a hacer malabarismos de una oficina a otra para atender a los cuatro clientes que estábamos alli.

Quizá. Tantas suposiciones…
Lo que tengo claro es que la casta política y la clase alta no se ven afectados por las impresoras defectuosas, por las webs mal gestonadas o por los absurdos burocráticos, igual que tampoco saben lo que es una lista de espera, un borrador de la declaración de hacienda o una llamada de tu banco porque la nómina no te ha llegado y estás al descubierto, es decir, en pelotas.

La crisis afecta a muchos ámbitos de nuestras vidas, pero en los detalles, en la atención que recibimos y el ocio que disfrutamos, es donde estamos pagando los platos rotos sin que nos demos cuenta, en forma de trámites mal gestionados, tiempo perdido y pagando con dinero o con nuestro tiempo.

Sé que hay problemas mucho más importantes. Tú también lo sabes, y tu alcalde también. Por eso, cuando te quejes por haber sido mal atendido o por tener unos servicios públicos que harían sonrojarse a los Alcántara en la primera temporada de Cuéntame, recuerda que la persona al mando te dirá, con cara de ofendido,

-¡Tenemos otras prioridades! ¡El paro! ¡La corrupción! ¡La delincuencia! 

Aunque en el fondo te está diciendo:

– ¡No me molestes con tus problemas! ¡Tú no eres importante!

Entonces lamentarás no haber usado tu voto de otra forma, o no tener a mano un arma y cien balas irrastreables.

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