Así da gusto: sólo con leer el título uno ya sabe no sólo de qué va el libro, sino también el tono de la narración. Honestidad desde el primer momento. No leía un título tan sugerente desde “Olvidado Rey Gudú”, ese maravilloso libro que, al leer la sinopsis, ya sabes que te acaban de soltar un spoiler sólo con ver la portada. Pero a Ana María Matute se le perdona todo porque es genial.
Vamos con el libro de hoy. “En el más allá…” es una novela corta que se lee en algo más de dos horas, lo que viene a ser un relato con esteroides. Perfecto para devorarlo en un viaje o en una sala de espera de tiempo indefinido. Procura que no sea la de un hospital: te dará mal rollo.
Señorita paseando descalza por un camino.
Se lo puede permitir porque la mayor parte de los insectos no tienen alma y no llegan al más allá.
El libro trata, como ya habrás adivinado, de alguien que muere, llega al más allá y se le complica la existencia, porque el inframundo puede ser muy complicado si no le interesas a nadie. No quiero contar mucho para no desvelar nada de la trama pero, en fin, ésta es la sinopsis que hay en Amazon:
Susana acaba de morir y su alma se dirige a lo que cree que será el merecido paraíso, pues siempre ha sido buena y ha seguido sus creencias. Pero no va a ser tan fácil; además, si lo fuera no se necesitarían tantas páginas para contarlo. Su alma descubre que el más allá está organizado de forma que nunca hubiera imaginado, seguramente porque Susana no va muy servida de imaginación, y es que las almas, en vez de ser juzgadas por su pureza, se subastan al mayor postor.
El libro está escrito en un tono ligero con cierto tono de humor, pero no llega al nivel de la parodia o el texto humorístico puro y duro, tipo las primeras obras de Cristopher Moore o el sumario del caso Gürtel. Tampoco induce a la reflexión sobre la existencia después de la vida o hace una crítica a las religiones: es una obra concebida para entretener, no para generar emociones o pensamientos profundos.
¿Y lo consigue?, te preguntarás. Pues sí: es entretenida. Me la he leído de dos tirones, y porque tuve que parar a comer. Desde el primer momento te das cuenta de que si acompañas a Susana en su aventura no te arrepentirás ni te distraerás, porque el ritmo es ágil y no se detiene en reflexiones o escenas que no llevan a ningún sitio. Cada párrafo cuenta, como debe ser en una obra de esta extensión.
¿Pegas? Sí, alguna hay. Se explica demasiado el mecanismo por el que funciona el más allá, y algunos de los personajes insisten también en dar explicaciones tan obvias que resultan un poco bochornosas. El autor ha desarrollado un sistema complejo y bien pensado hasta el último detalle, e insiste en contárselo al lector aunque a veces no sea necesario.
Ese exceso de explicaciones también afectan al tono de la obra. Un tono humorístico más marcado le habría venido muy bien, porque a veces parece que se ríe de un determinado concepto y a veces parece que se lo toma en serio. La consecuencia de esa “falta de homogeneidad”, aunque estoy hablando de un detalle y no de un problema de la obra, es que el lector acelera el ritmo de lectura en las partes discordantes. Es el mismo tipo de falta de concordancia por el cual hay tanta gente que se salta las canciones en El Señor de los Anillos, por poner un ejemplo tonto.
No es mi caso, a mí me encantan.
En este vídeo, la canción que cantan los enanos en casa de Bilbo, versión 1977. Por si creías que lo habías visto todo…
Así que, en términos generales, es un buen libro que, si te ha llamado la atención la sinopsis, no te defraudará. Es una novela corta, cierto, pero una extensión mayor le restaría frescura y agilidad. Tiene algún detalle que no me ha gustado, pero me ha entretenido y me ha dejado con ganas de más, que es el mejor baremo por el que se puede medir un libro de este tipo.
Y no puedo decir más porque, al igual que la obra, lo bueno, si breve, más mejor.
O algo parecido.